Nieve primaveral en Zaragoza y en el resto de España. Sorbos de blanca esperanza en unos momentos, los actuales, de inevitable taquicardia social: los muertos de las estaciones de Atocha y del Pozo del tío Raimundo han sido muchos muertos. Uno solo ya lo es. Demasiado dolor y sufrimiento los vividos colectivamente a raíz de los atentados. Basta ya. El punto de inflexión es el de todas las zonas cero: los muertos ya no padecen, y los vivos debemos de seguir muy vivos para evitar que hechos tan dramáticos vuelvan a producirse.

Bienvenida sea esta nieve primaveral: hidrata las asténicas y abotargadas neuronas de los adultos y formatea y estimula sus ilusiones, haciendo que éstas cuajen más y mejor. La nieve, a su vez, hace que recuperemos fragmentos del pasado infantil, ese espacio de tiempo pleno de claridad y memoria. Nadie debe olvidar las atrocidades; pero todo duelo tiene su final. La vida sigue, no se puede parar. Y que el conjunto de la sociedad recupere su adecuado pulso vital, rítmico y sincrónico, es el mejor de los homenajes que podemos dedicar a los desaparecidos.

*Doctor en Medicina y radiólogo