La financiación de los estudios universitarios es un debate recurrente en el que hasta ahora ha sido imposible la unanimidad entre los partidos políticos. La OCDE (2014), después de haber realizado un exhaustivo estudio, concluye afirmando que hay cuatro modelos (solo mencionaré los países europeos contenidos en dicho informe). Países sin tasas directas universitarias (sin embargo, el estudiante tiene que pagar algunas cantidades por el uso de ciertos servicios universitarios): Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia y Alemania (solo en algunas regiones). Países con tasas de matrícula muy elevadas y con sistemas muy desarrollados de becas: Reino Unido y Holanda (la proporción del gasto público dedicado a becas universitarias en estos dos países es del 74% y del 30% respectivamente, siendo el promedio de la OCDE del 22%).

Tasas

Países con tasas muy altas de matrícula y con escasez de becas públicas: ninguno. Países con tasas de matrícula bajas y con sistemas de becas públicas por debajo de la media de los países de la OCDE: Alemania (solo en algunas regiones), Austria, Bélgica, República Checa, Chipre, Eslovaquia, España, Estonia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Portugal. En nuestro país lo que pagan los estudiantes en las universidades públicas por la matrícula equivale al 15-20% del costo real de los estudios y el porcentaje de universitarios que reciben alguna beca se sitúa en el 34% (inferior al promedio de los países del último grupo).

Anghel, Cabrales, Guël y Viola (2017), tomando como referencia esa clasificación de la OCDE, llevaron a cabo un estudio para la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), en el que relacionaron las variables más relevantes de cada uno de esos cuatro grupos con el número de estudiantes que acceden cada año a las universidades y con el rendimiento académico. Las tres principales conclusiones a las que llegaron fueron éstas. En los países que tienen matrículas muy elevadas y un sistema público de becas riguroso y eficiente, el promedio de jóvenes que acceden a la universidad no es significativamente inferior al de los otros grupos, siendo el rendimiento académico muy superior. Por otra parte, solo en los países en que el mantenimiento de las becas está ligado al esfuerzo personal del estudiante, el rendimiento académico es más elevado. Asimismo, demostraron que el factor que más contribuye al alto rendimiento académico de los estudiantes es una financiación pública de las universidades, diferenciada en relación al grado de excelencia de cada una de ellas.

Plan Bolonia

Desde que se puso en marcha el «plan Bolonia», han surgido muchas y muy variadas alternativas referidas a la financiación de los estudios universitarios. En nuestro país la conferencia de rectores (CRUE) realizó una propuesta, conocida como «el informe Bricall», en la que se defendía que la financiación de las universidades con fondos públicos debería tener en cuenta una serie de factores diferenciados, tales como el rendimiento académico de los estudiantes, las líneas de investigación, las publicaciones del profesorado y otros semejantes. Asimismo, después de comparar el sistema español con el de los países de la OCDE, propugnaba que la participación de los estudiantes en la financiación de las universidades debía ser muy superior a la actual, e introducía como novedad la concesión de préstamos con intereses muy bajos, permitiendo que la devolución de los mismos comenzara cuando los egresados universitarios desempeñaran un trabajo remunerado acorde con la titulación cursada.

A pesar de que no hay ningún experto que defienda la gratuidad total de los estudios universitarios, esta opción ha aparecido durante los últimos años en los programas de algunos partidos políticos del espectro de la izquierda. Los razonamientos que ofrecen sus dirigentes jamás tienen en cuenta que las investigaciones existentes han demostrado que cuanto menor es el compromiso económico de los estudiantes en la financiación de las universidades, la calidad académica desciende notablemente, como asimismo que ese planteamiento a quienes más beneficia es a los estudiantes de las familias ricas, ya que, a pesar de disponer de un nivel de renta elevado, dejarían de pagar matrícula. En cambio, si el principal objetivo de esa alternativa es convertir las universidades públicas en unas entidades sin autonomía y dependientes de la ideología de los gobernantes de turno, no cabe ninguna duda de que la mejor opción es la dependencia absoluta de estas instituciones del presupuesto asignado por el partido que gobierne en cada ocasión.

Costo real

Desde mi punto de vista, la solución que más favorece a las clases sociales con menor poder adquisitivo es que las matrículas universitarias cubran el costo real de todas las actividades docentes. No así los gastos de mantenimiento de los edificios ni de la investigación. Ahora bien, este planteamiento conlleva la obligación por parte de los gobiernos de disponer de un fondo económico suficiente para que aquellos estudiantes cuyos ingresos familiares no sobrepasen un determinado nivel de renta anual tengan garantizada de forma automática la percepción de una beca que cubra el costo de la matrícula de forma total o parcial, a tenor de unos determinados baremos aprobados por el parlamento. Incluso, en ciertos casos sería necesario que algunos estudiantes recibieran una beca salario, destinada a compensar los ingresos que las familias dejan de percibir al no estar el estudiante desempeñando una actividad laboral retribuida. La alternativa de los préstamos tendría que limitarse a la financiación de los másteres y, aún así, con una regulación clara, justa y transparente para evitar abusos bancarios. H

*Catedrático jubilado, Universidad de Zaragoza