La telecabina que se plantea entre el puente de Santiago y la futura Expo viene a ser como un eslabón que nos faltaba en nuestra pequeña historia local asociada a los medios de transporte. Eso y el metro que nunca hemos tenido. En los años 60 existió aquí un proyecto de poner en marcha un medio subterráneo. Un metro pequeño, que no cuajó. El trazado hubiese sido un problema, porque ya se sabe que en Zaragoza arreglas una tubería, un reventón o excavas en la bodega y te sale un mosaico, una estatua sin cabeza, un muerto de la Independencia o un poblado musulmán. En ciertas zonas hay que andarse con cuidado hasta para hacer el hoyo de las canicas.

En esos años nos quedamos en la superficie, con aquellos tranvías, tan queridos, pese a todos los pesares. El tranvía fue el rey de la calzada, en competencia con los coches. Al tranvía se le echa de menos (existen planes para resucitarlo). Comunicaba la ciudad de un modo distinto, cuando la prisa no nos tenía tan cogidos del cuello.

Las líneas se abrían paso entre un creciente parque automovilístico que, urbanísticamente, manda narices, estaba ganando la partida y estrechaba las aceras de los peatones. El primer automóvil que se matriculó en la ciudad, el Z-1, perteneció a Fernando Escudero. Fue en 1905 cuando dieron las primeras vueltas de manivela y se encendió el motor de un Clement Bayard, que salió como un rayo por el paseo Sagasta. Para entonces, claro, la capital contaba con servicios de trenes, un invento que llegó en 1861.

En el otro extremo, grandes barcazas iban y venían con trigo por el Canal Imperial, hasta el Bocal. Y luego cuando la estrella del tren mató a los barcos, se dejaron ver las góndolas de recreo hasta la Quinta Julieta. También tuvimos trolebuses, doce vehículos que llegaron de Londres, pero que en principio estaban destinados a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.

Y después, además de los autobuses de Tuzsa que irrumpieron en los setenta, aquí hemos tenidos de todo. De todo y mucho. Pero esta semana ha llegado el eslabón perdido, el transporte que nos faltaba: el proyecto de telecabinas-2008, junto al Ebro. Pues bienvenido sea. Aunque somos una potencia eólica, no estaría mal echar un poco de emoción a la ciudad y pedir que el sistema se quedara fijo. Parece que Zaragoza despega. Hay que sacar billetes nuevos.