Comienza la temporada de rebajas y coincide con la larguísima precampaña electoral, con lo cual es inevitable la ósmosis. Esperemos que los comerciantes, una vez anunciadas las rebajas, no hagan como los políticos y se olviden de lo prometido, o sea, que del cincuenta por ciento proclamado se pase a un misérrimo diez por ciento, y confiemos en que la retórica de las rebajas no se apodere de la retórica política, porque me temo el anuncio de 17 ministerios de Asuntos Exteriores, uno para cada una de las autonomías que han sido buenas.

¿Podremos devolver la mercancía averiada, después de marzo? Imposible. En los artículos de rebaja, siempre y cuando conservemos el ticket de compra, es posible ejercer ese derecho, pero en el sufragio universal, como el voto es secreto, el comerciante --quiero decir el político-- no puede comprobar si le compramos el programa a él o a la oposición, con lo que la reclamación queda aplazada para dentro de cuatro años. Lo de fabricar artículos específicamente dedicados a las rebajas está expresamente prohibido, pero en la campaña electoral no se hace otra cosa, día y noche, de tal manera que al comprador --quiero decir al elector-- le cuesta bastante distinguir entre el programa y la ocurrencia, entre la ideología y la improvisación. ¿Lo de que Mariano Rajoy no debatirá con Zapatero va en serio? ¿Se pueden celebrar unas elecciones generales privando a los compradores de la exhibición del producto? ¿Eso se piensa en Génova? ¿A quién se le ha ocurrido semejante majadería? ¿Y lo de los 17 tribunales supremos, también ha salido de la reflexión? O sea, ¿creamos una Audiencia Nacional para preservar a los jueces de presiones y, ahora, los vamos a domiciliar junto a los presionadores? No hay que asustarse. Que no cunda el pánico. Se amontonan los artículos en los almacenes y, a veces, se tiende a saldar lo que se debe, e incluso --y eso es peor-- a deber lo que se salda. Siempre es así la temporada de rebajas.

*Escritor y periodista