Más nombres de personas conocidas se suman a la suma de personas que se han vacunado frente al covid 19 aprovechándose de su status, condición social o/y poder. Hace unos días supimos que el matrimonio Trump lo hizo en secreto, pocos días antes de abandonar la Casa Blanca.

Nombres ha habido muchos y razones las hemos escuchado todas, algunas de lo más surrealistas e inverosímiles, pero lo curioso es que la mayor parte de esos hombres y mujeres no creían haber actuado de manera incívica y mucho menos pensaban que estaban haciendo algo que no debían. Más bien al contrario. Eran y son unos convencidos de que merecían esa dosis y en ningún momento se preguntaron si lo que estaban haciendo implicaba un desprecio hacia la sociedad de la que forman parte y gracias a la cual ocupan ese lugar privilegiado.

Nadie les explicó que no era su turno, así de fácil; nadie les dijo que no, así de sencillo. Y ellos dijeron que sí y en algunos casos, los más dolorosos, a pesar de haberse burlado de la pandemia y de las miles de personas que morían en las ucis de los hospitales del mundo, en cuanto pudieron abrazaron a su dosis, porque la consideraban suya, sin recordar la inmensa carcajada que les ocasionó eso del covid, que era una cosa traída por los malditos chinos.

Hay mucho de injusticia social en estas actitudes, porque lo peor no es que se hayan puesto su dosis, que no era suya, sino la falta de culpabilidad o responsabilidad por haberlo hecho. Y es que es muy sencillo: cuando alguien se considera superior, se siente bendecido por la mano divina y ha vivido ignorando cualquier lección, porque las lecciones eran las suyas, las que él fomentaba, es entonces cuando se advierte, advertimos, que las cosas no funcionan correctamente, porque hay personas que no han entendido nada y simplemente tener el poder durante demasiado tiempo les ha hecho olvidar que el poder si se ejerce con responsabilidad, cosa que ellos no han hecho, es la mayor cura de humildad que un ser humano puede regalar a sus semejantes.

No imagino al expresidente de Uruguay Pepe Mujica haciendo algo así. Como no imagino que el Dalai Lama hiciera algo parecido o lo hiciera la viróloga Margarita del Val; y no lo imagino porque ellos son muy respetuosos con su poder que saben nace de la bondad y de la sabiduría de estudiar, escuchar y pensar. Pongo estos ejemplos, hay muchos más, como contrapartida a esa pandilla de lelos que pretenden atesorar todos los poderes que, como sociedad cansada, les hemos ido entregando.

Tenemos un desafío: admitir nuestro error para que ellos admitan su culpa y entiendan que no hay un yo, sino un nosotros que tiene que funcionar de forma leal y comprometida.