El director del Centro de Neurociencias de la Universidad de Leicester, Horacio Quian Quiroga, es muy conocido como descubridor de las neuronas de Jennifer Aniston, y también por trabajos como Borges y la memoria. Siendo, precisamente, esta facultad del cerebro uno de sus puntos fuertes y el tema que ha inspirado su último libro, Qué es la memoria (Ariel), recién aparecido en nuestras librerías.

En sus capítulos, de marcado carácter didáctico, expuestos con claridad y sencillez, Quian Quiroga nos va ilustrando sobre la composición del cerebro humano, ese kilo y medio (su peso medio) de materia más preciosa que el oro, y con tantas neuronas en su interior como estrellas se podrían contar en la Vía Láctea.

A propósito de las neuronas, verdaderas hormigas, abejas obreras de esa colmena o casa en permanente construcción y destrucción que es nuestra mente, el autor analiza su manera de interrelacionarse mediante «disparos» eléctricos (en realidad, descargas químicas) a base de neurotransmisores como la dopamina o el glutamato, o, por el contrario, agentes que la inhiben, como el ácido gamma-aminobutírico. Cada neurona se conecta aproximadamente con otras diez mil colegas suyas, habiendo sido idea, intuición genial del científico aragonés Ramón y Cajal la conclusión de que las memorias vienen dadas por el proceso de interconexión de las neuronas. El cerebro posee cien mil millones de ellas, aproximadamente el número de estrellas que podrían encontrarse en la Vía Láctea.

Pero no todas las neuronas, advierte el autor, están destinadas a almacenar recuerdos, a configurar memorias susceptibles de conservarse a pesar del paso del tiempo y de regresar al presente a la voz de los recuerdos o de ejercicios estéticos, nostálgicos, como el que impulsó la obra literaria de Marcel Proust. El genio francés confesó que su mecánica de búsqueda y reconstrucción del tiempo perdido tenía mucho que ver con un proceso de creación paralelo y en eso coincide plenamente Quian Quiroga cuando sostiene que, en realidad, no recordamos casi nada. Siendo la creencia de que sí recordamos gran número de detalles una simple ilusión. Y siendo, en consecuencia, quien así se recrea en su pasado, nuestro famoso y vanidoso «yo», un concepto en permanente labilidad o cambio. ¿Así funciona nuestro motor, eso, nada más, somos?