Razmig Keucheyan, profesor de Sociología de la Universidad de París- La Sorbona y autor de Hemisferio izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos, se plantea: ¿En qué estado se encuentra hoy la izquierda a nivel intelectual? ¿Cuáles son sus teorías críticas y en qué condiciones políticas y sociales se producen? Una aclaración muy breve: ¿A qué llamamos izquierda? Ser de izquierda es luchar contra las injusticias sociales, las desigualdades o toda forma de dominación. Pero ser de izquierda es además proponer algo, como la vieja trilogía de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad.

Un primer aspecto es que las teorías críticas (TC) están cada vez más globalizadas. Las ideas siempre se han movido en el mundo. Antes, se elaboraban en Europa occidental y oriental. Sin embargo, a fines de la década de 1970, se produjo una aceleración de esta globalización. Así, entre los pensadores críticos más leídos hoy: el peruano Aníbal Quijano, el esloveno Slavoj Zizek, el chino Wang Hui, el hindú PanKaj Mishra, el japonés Koijin Karatani, el mexicano Néstor García Canclini, al argentino Ernesto Laclau, el camerunés Achille Mbembe. No obstante, Europa sigue siendo un centro importante: Alain Badiou, Toni Negri, Jacques Rancière, Giorgio Agamben.

Esta globalización está vinculada a la americanización. Existen poderes hegemónicos como los Estados Unidos. Históricamente, el centro de gravedad hegemónico de las TC se ha movido hacia el oeste: primero, Europa oriental y central para el marxismo clásico, luego Europa occidental para el marxismo «occidental» y ahora Angloamérica. Si este movimiento continúa hacia el oeste, Asia podría ser el nuevo centro de gravedad en el futuro. Los citados autores, incluidos los europeos, enseñan en universidades estadounidenses, porque estas tienen una tradición de integración de exiliados intelectuales.

Otro aspecto de las TC es su profesionalización, ya que los pensadores críticos de hoy son casi exclusivamente académicos. Periodistas, líderes sindicales o de partidos, guerrilleros como el Subcomandante Marcos también las producen. Pero, en su mayoría, son elaboradas por profesores y específicamente de ciencias humanas. Esta profesionalización supone una ruptura importante con periodos anteriores, y particularmente con el marxismo clásico. Marx, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo o Gramsci no eran académicos. Eran líderes políticos y periodistas. Por supuesto, el hecho de que los pensadores críticos de hoy sean en su mayoría académicos tiene implicaciones por la forma en que se moldean sus ideas, el lenguaje conceptual abstracto usado y su relación con la política.

La profesionalización ha alejado a los pensadores críticos de la política. De hecho, la política y los campos intelectuales se han vuelto más separados en la segunda mitad del siglo XX. Esta desconexión entre la teoría y la práctica, que comenzó con el marxismo occidental, ha aumentado hoy, por ello casi nunca se da el caso de que los pensadores críticos sean miembros de organizaciones de clase trabajadora. Ellos son estrictamente académicos.

Otro aspecto de las TC es sus referencias a la religión, principalmente al cristianismo y el judaísmo. Badiou escribió un libro sobre San Pablo. Agamben también otro sobre San Pablo, titulado El tiempo que queda, que es un comentario de la Epístola a los Romanos. ¿Cómo explicar estas referencias religiosas a personajes como San Pablo? Estas figuras teológicas son modelos para seguir creyendo y esperando, cuando todo parece ir en contra de la creencia, cuando las circunstancias son totalmente hostiles. Es normal que los pensadores críticos sientan la necesidad de encontrar una respuesta a este problema. Las experiencias de construcción de una sociedad socialista han finalizado todas de una manera dramática. ¿Cómo continuar creyendo en la posibilidad del socialismo cuando los hechos la han invalidado? La teología puede servir.

Por último en las TC contemporáneas el marxismo ya no es hegemónico. Como teoría, el marxismo hoy está vivo y bien. También ha podido, en los últimos años, asumir nuevos objetos, por ejemplo, la ecología. Esta capacidad para adaptarse a los desafíos intelectuales de una nueva época es el criterio principal para juzgar la vitalidad de una tradición intelectual, y es bastante obvio que el marxismo ha superado esta prueba.

Sin embargo, incluso si el marxismo es analíticamente más interesante en la actualidad, ha perdido su hegemonía sobre las TC y la clase obrera y los movimientos sociales en general. Hasta 1980, el marxismo era el idioma principal en el que se formuló la experiencia de la injusticia, no era solo una teoría elaborada por y para los intelectuales, era una ideología vinculada a organizaciones y regímenes que incluían a millones de personas. Casi todas estas organizaciones y regímenes han desaparecido. Hoy, por primera vez en su historia, los marxistas son una minoría en un conjunto más amplio de teorías críticas, donde dominan las no marxistas, como el posestructuralismo, o la filosofía de Rancière, o la teoría de reconocimiento de Axel Honnet. Tras un paréntesis posmarxista, es posible que un marxismo renovado gane fuerza.

En mayo de 2017, una revista le preguntó al presidente francés Emmanuel Macron qué consejo le daría a un joven para entender el mundo. Su respuesta: «Lea a Marx».

*Profesor de instituto