Ya hemos pasado dos olas y ahora vendrá la tercera. Todos los indicadores de los países europeos están empeorando y en la mayoría de los países se están volviendo a tomar restricciones serias. Las imágenes de colas kilométricas entre Francia e Inglaterra son un buen ejemplo de ello. Acabamos de celebrar Nochebuena y Navidad, y aún quedan Nochevieja, Año Nuevo y Reyes. Mucha gente dijimos a principio de curso que la apertura total de escuelas no sería posible si se aplicaban todas las normas de seguridad que dijeron que se iban a aplicar. ¿Recuerdan?: 1,5 metros de separación, grupos burbuja, 1 caso positivo implicará el cierre del aula y pruebas a todos los contactos. Revisen la hemeroteca, todo esto se dijo. Sin embargo, a pesar de que alrededor de 10 alumnos míos han dado positivo en estos meses, a mí no me han hecho ninguna PCR, ni han puesto ningún aula en cuarentena en mi instituto, ni han hecho PCR al resto de mis alumnos.

Esto prueba que evidentemente no se podía abrir y aplicar esas medidas, que eran lógicas, sin que se alterara por completo el normal funcionamiento de las clases, ni se colapsaran las PCR. La solución fue no cumplir las medidas que se dijo se aplicarían. Ahora estamos con unos datos parecidos a los que había en septiembre, parece que hay una nueva cepa más contagiosa, acabamos de celebrar la Navidad y estar con las ventanas abiertas empieza a ser más duro. En esta línea parece que el anuncio de la vuelta total a los institutos, abandonando la semipresencialidad, quizá sea un poco precipitada e incluso temeraria.

Más allá de lo que ocurra (ojalá no ocurra nada), dadas las circunstancias, ¿no hubiera sido mejor esperar a ver cómo estamos para San Valero, y si efectivamente la cosa está bien acabamos con la semipresencialidad en febrero? Seguramente sería sensato, pero Aragón no se ha caracterizado por una buena gestión de la pandemia. Aragón es la comunidad con más muertos por habitante en esta segunda ola (hay quien habla de segunda y tercera) y el pueblo de nuestro presidente bate el récord de concentración de covid en sus aguas residuales. En todo caso ¿qué es eso comparado con el disfrute de unas buenas no fiestas ? Ya sé que nuestra sociedad no hubiera aceptado un confinamiento navideño a pesar de que hubiera reducido drásticamente los contagios y muertes hasta que nos inmunizáramos con la vacuna, pero no hay mal que por bien no venga, en San Valero, a más roscón tocaremos. H