El terremoto político desencadenado por la fallida presentación de una moción de censura en Murcia no deja de provocar réplicas. Las dos últimas son la salida del Gobierno del vicepresidente Pablo Iglesias para encabezar la candidatura de Unidas Podemos (UP) en las elecciones a la Comunidad de Madrid y la crisis de Ciudadanos, que está lejos de resolverse pese a las dimisiones de dos vicesecretarios en la reunión de la ejecutiva del partido presidida por Inés Arrimadas.

La decisión de Iglesias es una apuesta muy arriesgada que contribuirá poderosamente a la polarización de las elecciones madrileñas, ya suficientemente tensionadas por la actitud desafiante y el populismo reaccionario cada vez más explícito y sin complejos de la presidenta Isabel Díaz Ayuso. Iglesias se lanza a frenar a Díaz Ayuso presentándose como la única fuerza capaz de derrotar a la derecha y a la extrema derecha -en el vídeo de su anuncio no hay la más mínima referencia al PSOE-, aunque se podría pensar que ante todo lo que persigue es salvar a Podemos de quedar eliminado en las elecciones si no supera la barrera del 5% de los votos.

La batalla política que Iglesias se propone librar tiene, por lo menos, la virtud de poner de relieve el peligro que acecha a la Comunidad de Madrid cuando Díaz Ayuso acepta sin pudor alguno la alianza con Vox, única alternativa real tras su ruptura con Cs, y lanza eslóganes -primero «socialismo o libertad», ahora «comunismo o libertad»- que son más propios de la derecha trumpista que de un partido conservador moderado como aún se presenta el PP. Mientras el desembarco de Iglesias puede tensar aún más el panorama en Madrid, su salida del Ejecutivo, contrariamente, puede contribuir a la estabilidad del Gobierno de coalición, sobre todo si, como propone, el presidente Pedro Sánchez nombra para sustituirlo a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que se ha convertido en la mejor representante de UP en el Consejo de Ministros y ha demostrado una encomiable capacidad de entendimiento y de diálogo con la patronal y los sindicatos y una actitud alejada de la crispación.

Mientras, la ejecutiva de Ciudadanos (Cs) aceptaba las dimisiones de los vicesecretarios generales Carlos Cuadrado y José María Espejo, asumiendo sus responsabilidades por el fiasco de la moción de censura en Murcia. Arrimadas intenta capear el temporal ampliando la ejecutiva con la entrada de algunos barones regionales, entre ellos el aragonés Daniel Pérez Calvo, pero el portazo de Toni Cantó, que abandona su escaño en Valencia y propone una alianza con el PP en Madrid, indica que la crisis sigue abierta y que puede continuar el goteo de dirigentes que abandonan el partido para pasarse al PP.