Le han cogido el gusto a asesinar. No hay más. En España lo hemos vivido, aún no estamos seguros de que haya acabado. Le han cogido el gusto a matar y además tienen el oficio, la rutina y la repercusión mundial. La publicidad instantánea, mayor cuanto más horror, la edad de las víctimas, el número, el suspense. Aplican todas las reglas de la narración, todos los ingredientes del crescendo . Niños a cientos, crueldad extrema. ¿Qué será lo próximo? Lo que puedan, lo que les dejemos. No hay límites para los terroristas, bombas nucleares, atentados con armas biológicas, secuestros y chantajes, voladuras de embalses, utilizarán todo lo que esté a su alcance, lo que puedan comprar, robar o aprovechar. Como unos aviones de pasajeros. El espanto de la escuela y algo de desidia por lo exterior, no nos ha dejado asimilar los atentados a los dos aviones rusos. Entendiendo por exterior todo lo que no sea nuestra higiene personal, la visa y poco más. El exterior se va haciendo inmenso. Los aviones rusos de hace unos días queríamos olvidarlos, se notaba que los íbamos a borrar echando leches: esos aviones de pasajeros destruidos en pleno vuelo, casi en el mismo minuto, ya eran demasiado horror para un final de verano que, como siempre, queríamos normal, íntimo, higiénico, autista. Esos aviones venían a decir que, aunque han tardado, le han pillado el truco al modus operandi, han cogido un oficio, una rutina. (Ahora que íbamos a volar los pobres, por cuatro perras). El terror tiene además una marca global, y si Bin Laden pasa demasiado tiempo sin emitir señales, o si estuviera muerto, o si hubiera decidido prejubilarse, al terror le daría igual. Ahora le están consultando sobre el destino de los dos periodistas franceses, le reclaman, le piden una sentencia, una decisión. Es el modelo, la marca global, la referencia. En cuanto hay una masa crítica suficiente de asesinos bien entrenados --lo sufrimos localmente, tan cerca--, acaban por entusiasmarse, disfrutan con esa publicidad ilimitada, permanente. Las novedades son la marca mundial, los incentivos que una religión procura en la otra vida a los que se inmolan. Siempre ha habido una religión dando cobertura al terrorista, pero ésta ofrece una póliza más completa. La marca mundial es tan potente que cualquier terrorista local, incluso individual, cualquier tarado, acabará por acogerse a ella.

*Escritor y periodista