En el caso del asesinato del profesor Samuel Paty en Francia, degollado por mostrar en clase una caricatura de Mahoma, y en los ataques posteriores vemos una combinacion de tecnología y comunicaciones modernas e ideología oscurantista.

La condena ha sido amplia, aunque no es raro oír a la triste cofradía del «sí, pero». Señalan que la libertad de expresión no requiere ofender, como si alguien sostuviera otra cosa. O se plantea que los atentados reabren debates sobre la libertad de expresión o el laicismo, cuando lo que quieren los asesinos y sus patrocinadores es el fin de los debates. Una ideología extremista pretende competir con la ley común: una minoría intolerante quiere que sus normas rijan para todos.

Muchos musulmanes critican el radicalismo islámico: son sus principales víctimas. Se hacen trampas: se habla de islamofobia, equiparando la crítica ideológica con el prejuicio contra las personas. Algunos líderes de países musulmanes han criticado a Francia. No suelen tener tiempo para criticar a China, que encierra a cientos de miles de musulmanes. Erdogan ha comparado la situación de los musulmanes en Francia con la de los judíos en Alemania en los años treinta y ha cuestionado la salud mental de Macron . Ya condenó hace años la difusión de las caricaturas de Mahoma, en una carta conjunta con el entonces presidente de gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.

A Zapatero al frente de la izquierda lerda le ha sustituido Justin Trudeau , el primer ministro canadiense, que ha dicho que la libertad de expresión debe tener límites: límites, parece, que ponen aquellos tan sensibles como para cortarte el cuello. Algunos medios de habla inglesa muestran cierta irritación por la insistencia de Francia en la ley democrática. No sorprende esta arrogancia cultural: escritores anglófonos protestaron con cómicos argumentos anticolonialistas cuando Charlie Hebdo recibió tras el atentado un premio por su defensa de la libertad de expresión.

Tampoco es nuevo que algunos presenten a los asesinos como víctimas o portavoces de la injusticia. Se remite a un contexto : causas, emboscadamente justas. Pero, como escribó Pascal Bruckner , lo que motiva al terrorismo «es el odio puro y simple. Este odio es anterior a toda excusa que se dé, comienza por odiar y busca a continuación las razones. No se dirige a Occidente por lo que hace sino por lo que es». En palabras de Christopher Hitchens , lo que los terroristas «abominan de ‘Occidente’, por decirlo en una frase, no es aquello que los progresistas occidentales rechazan y no pueden defender de su propio sistema, sino lo que sí les gusta y deben defender: sus mujeres emancipadas, su investigación científica, su separación entre religión y Estado».