Una de las novedades del nuevo Parlamento, donde hay una considerable presencia de fuerzas regionalistas y nacionalistas, es la incorporación de Teruel Existe, que dice defender los intereses de una provincia. Con menos de 20.000 votos ha conseguido un diputado; tendrá también dos senadores. Nace de una plataforma que lanzó una reivindicación ontológica y pegadiza, como una canción pop: reclamaba visibilidad e infraestructuras para una provincia apartada que sufre una pérdida de población difícilmente reversible y generó simpatías en muchos lugares.

La conversión de la plataforma en partido político cambia su significado. Su argumentario se basa en la denuncia de un descuido y en cierta desviación de la responsabilidad: los partidos nacionales habrían olvidado el territorio, como si los políticos de esas formaciones no fueran también de Teruel, o como si los turolenses no tuvieran que ver con lo que ha sucedido. Las dificultades obedecen a muchos factores: entre ellos hay negligencia y abandono, fenómenos económicos e históricos más amplios, y una gestión discutible. Pero es común creer que la culpa es sobre todo de los otros: si lo pensamos un momento, los demás somos en el fondo nosotros, pero esto permite disimular. Teruel Existe, que presenta unas reclamaciones de infraestructuras y una estrategia algo inverosímil contra la despoblación, no se considera de izquierdas ni de derechas: solo busca «lo bueno» para la provincia, como si lo que es bueno no encajara en una idea más general o como si solo hubiera una concepción posible. Esta forma de ver las cosas da por sentados beneficios que debemos a lo común y está menos interesada en problemas generales que pueden ponerlos en peligro.

La politóloga Sandra León ha señalado las dificultades para la gobernabilidad que genera el hecho de que los partidos de ámbito estatal pierdan capacidad de articular intereses en todo el territorio. «Ese papel --explica-- es esencial porque permite engrasar las relaciones entre distintos niveles de gobierno: coordinando preferencias, consensuando posiciones de las distintas comunidades autónomas dentro de los partidos y, más importante, obligándoles a mantener un equilibrio entre el interés general del partido -el proyecto nacional- y los intereses de sus territorios». Sería injusto criticar solo a la nueva formación planteamientos que otros muestran de manera más o menos disimulada desde hace mucho, o ignorar los errores de los partidos estatales, pero la lógica del énfasis en lo particular y el escepticismo de lo común puede traer más desventajas que beneficios. @gascondaniel