Teruel de fondo

Mis desayunos en Teruel tienen una banda sonora especial. Manolo, mi camarero de cabecera, embutido en su camiseta galáctica sin lavar desde la última copa, no deja de silbar su himno mientras me sirve el café. Nunca he comprendido el fervor que se tiene en esta capital por los equipos de la villa y corte. Es una batalla que doy por perdida.

La señora de pelo rojo, antes de probar su cortado con hielo, introduce sus euros en la única tragaperras que debe sobrevivir en un bar, provocando únicamente música enlatada, sin cascada de monedas ni nada, y la tele recita exactamente las mismas noticias de anoche, como si el calor hubiese paralizado la actualidad.

Cuando informan sobre las huelgas en trenes y aeropuertos, Manolo se planta enfrente y suelta una expresión de envidia o de admiración. Lo miro interrogante, sin atreverme a preguntar y compruebo que no hay ni un ápice de ironía en lo que dice, habla con absoluta verdad.

_ Ya quisiéramos ver por aquí paros de pilotos, o de personal de seguridad, ya querría yo la mitad de los AVE en huelga.

No suelto la risotada porque lo conozco. Cuando me dijo que desde “Teruel Existe” se preparaba una marcha de Colón a Cibeles para pedir la dependencia, me atreví a corregirle y me respondió igual de serio que ahora.

_ No, no, de independencia andamos sobrados, lo que nos hace falta precisamente es depender un poco más de Madrid.

Y ahí se enzarza el cliente que creí dormido, que si no es posible seguir subvencionando un autobús que no resulta rentable. Que ya está bien de tirar el dinero. Se lo dice a la señora que arroja su última moneda por la ranura. Quien quiera viajar que se lo pague. A ver si vamos a tener que financiar un autobús para cada pueblo de España. La mujer de pelo rojo regresa a la vida, tras comprobar que no queda metal en su monedero. Un servicio público, afirma ella, no tiene por qué dejar beneficios. Que tiene un cuñado que estuvo destinado en Canarias y sigue allí empadronado porque los vuelos con la Península están subvencionados.

_ No va usted a comparar, que los vuelos a las Islas sí salen a cuenta, siempre van llenos de alemanes y de extranjeros.

La máquina sigue pitando, a ver si alguien repara en su presencia. Y la señora, rebuscando en su bolso, dice que serán rentables, pero que la ayuda de su cuñado la pagamos entre todos, y que hasta le parecería bien si también uno de Pancrudo tuviera los mismos servicos que otro de la Gomera.

_ Hasta ahí podríamos llegar _ dice el señor antes de volver a su meditación_ con que vuelvan a poner el tamagochi va usted contenta. Y la autovía mudéjar, ni nombrarla, que si haberse formado gobierno en Madrid, ya está avisando de que nos van a cobrar por usarla.

Manolo siempre ha pensado, aunque ya no lo dice en alto, que si los galácticos crearan aquí un equipo filial _ igual que existe el Castilla, podrían fundar el Ibérico_, estas cosas no pasarían.