El pasado 3 de enero, la Amical de Mauthausen y otros campos emitía un comunicado en el que daba a conocer el fallecimiento del superviviente Edmundo Gimeno Font (Caseres, 1923), uno de los últimos testigos de la deportación que sufrieron unos 10.000 compatriotas republicanos, a los campos de exterminio alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. En el mismo comunicado, la Amical renovaba el compromiso de seguir defendiendo los principios que animaron a su fundación --hace ya más de 50 años, en plena dictadura franquista-- por un grupo de supervivientes que habían regresado del exilio a partir del final de la Guerra Mundial. Entre ellos se encontraba nuestro amigo Edmundo quien, desde que fue deportado de Francia, hace exactamente 70 años, penó durante 15 largos meses por los campos de Buchenwald, Dora y Bergen-Belsen.

Con la muerte de Edmundo se ha hecho más evidente, aún, el cambio generacional en la transmisión de la memoria de quienes fueron protagonistas involuntarios de uno de los acontecimientos más oscuros de la historia contemporánea europea. La Amical de Mauthausen, desde hace varios años, con la incorporación de hijos, nietos y otros familiares de deportados --además de distintas personas sin vinculación familiar directa con las víctimas-- ha garantizado el mantenimiento y la actualización de sus objetivos, que se pueden resumir en dos: la difusión de la memoria de las víctimas del nazismo y la prevención ante el resurgimiento de viejas ideologías fascistas que pueden poner en riesgo la convivencia y la extensión de los Derechos Humanos a todas las personas sin exclusión alguna.

El trabajo permanente y continuado desde hace años, en colaboración con otras asociaciones, con numerosos centros educativos, con entidades diversas e instituciones públicas sensibles, intenta buscar coincidencias y complicidades para ampliar, aun con escasos medios y recursos económicos limitados, el eco de la voz, insustituible, de los supervivientes y superar el doloroso silencio que, a veces, envuelve el recuerdo de quienes no pudieron llegar con vida a la derrota del nazismo hitleriano en 1945. La celebración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto en las Cortes de Aragón, por quinto año consecutivo, entre el Rolde de Estudios Aragoneses y la Amical de Mauthausen, es una muestra de ello.

La pervivencia del recuerdo del sufrimiento de todas las víctimas del nazismo, de los valores transmitidos por los supervivientes en su testimonio y la reivindicación de su conculcada dignidad, son una obligación moral y ética de la sociedad actual hacia quienes, de una forma tan injusta, vieron pisoteados todos sus derechos en aras de una ideología racista totalitaria y excluyente. Todo ello tiene sentido por sí mismo, pero cobra una importancia mucho más relevante si se realiza con una intencionalidad evidente de prevención de los riesgos que, día a día, vemos surgir por doquier, más aún, en una situación generalizada de crisis económica, de descrédito generalizado de la política y de las instituciones gubernamentales. Las sociedades democráticas, si quieren evitar el riesgo de los posicionamientos populistas, demagógicos e interesados, han de exigir la aplicación activa de políticas concretas que potencien la consolidación de una sociedad más justa e inclusiva, donde las desigualdades se minimicen y los derechos individuales y colectivos queden salvaguardados de la desmesurada ambición de una "casta" privilegiada.

Edmundo Gimeno siempre insistía en su testimonio cómo era impensable que, en el centro de la Europa más civilizada, pudiese surgir un fenómeno como el nazismo. Los riesgos, los peligros y sus consecuencias ya los conocemos. El conocimiento de lo ocurrido en el pasado ha de servir para ponernos alerta y solo depende de nosotros que el sacrificio de las víctimas y la denuncia de sus testigos queden sepultados por la indiferencia de una sociedad que, a veces, se enfrenta a sus miedos de una forma banal e irresponsable.

Historiador Amical de Mauthausen