El jueves recibimos la dura noticia del cierre definitivo de dos centrales térmicas en nuestro país: Compostilla, en León, y Andorra, en Teruel, con consecuencias para sus entornos. Yo empecé mi carrera profesional en Taim en 1983 y pude vivir en primera persona cómo estas centrales eran impulsoras, no solo de la economía de sus comarcas, sino del milagro del avance económico español. Taim era una empresa importante para esas centrales y para todas las minas de carbón que día a día suministraban ese oro negro que se convertía en energía. Éramos uno de los principales proveedores de equipos. El trabajo en la mina nunca fue fácil. Por aquellos años, muchos mineros enfermaban de silicosis y, sabiendo el riesgo con sus hijos, repetían la profesión; a la mina le tenían miedo, pero con su orgullo de pertenencia arrancaban a las entrañas de la tierra ese carbón que calentaba sus casas, daba de comer a sus familias y contribuían al bienestar y desarrollo a un país que estaba emergiendo dentro de la Unión Europea. Durante esos años viví cómo las minas se preparaban mecanizándose y cómo las condiciones de salubridad mejoraban.

Taim ha suministrado equipos para minas de carbón en muchísimos países: China, Marruecos, Sudáfrica, Argentina, Colombia, Reino Unido, Alemania.. Puedo asegurar, porque físicamente las he visitado, que el esfuerzo que hicieron los empresarios mineros invirtiendo y tecnificando sus minas y la labor de los sindicatos para la mejora de las condiciones de trabajo han sido ejemplares. Durante estos años he podido ver cómo sacaban el carbón con el que calentarse otros, que desde la frialdad de la distancia y abrazados a mantras globales, decidían sobre las vidas de quienes les calientan. Tenemos que hacer algo de memoria para enmarcar el origen de la crisis del carbón. El 23 de julio de 1952 el Tratado de París crea la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero). El carbón y el acero son los dos pilares sobre los que los países vecinos europeos quieren recomponer su economía y su relación. En 1958 se crea la CEE, Comunidad Económica Europea, y el Euraton (Comunidad Europea de la Energía Atómica); seis años después la apuesta de esa Europa resurgida de sus cenizas es el carbón y las nucleares. En 1974, los tres órganos se fusionan dando lugar a un consejo único. Europa se reconstruía, se modernizaba y crecía, llegando a ser el 25% del PIB mundial, básicamente con su carbón, pues las renovables todavía no estaban consideradas. En 1986, el mismo año en que España entra a formar parte de la UE, en Reino Unido la primera ministra Margaret Thatcher tuvo una huelga de la minería del carbón que duro un año; su enfrentamiento con los sindicatos mineros fue irreconciliable. Thatcher, con la intención de debilitar a sus sindicatos, amenazó por primera vez con un brexit y puso como condición para que Reino Unido permaneciese en la Unión Europea el cambio en la política energética europea. El Consejo de Europa, ante ese temor, cedió y se tomó la decisión política de sustituir la producción de carbón europeo por carbón de importación, cambiando parámetros en calidades con restricciones durísimas en cuantos efectos contaminantes; después ya han venido las restricciones ecológicas a precipitar la crisis del sector. Es mucho el daño que produjo ese acuerdo, son muchas minas cerradas y muchos empleos perdidos; en Taim lo sabemos bien, nuestros más de 300 clientes mineros, en tres años habían prácticamente desaparecido, pasaron únicamente a ser media docena y nos obligó a reinventarnos completamente en los años sucesivos. Tuvimos mucha suerte, la mayoría no lo lograron. Fue una decisión tomada por cobardes que cedieron al chantaje de Thatcher y estos días estamos comprobando cómo el brexit era cuestión de tiempo y equivocada porque el carbón que he mos dejado de extraer y que tanto daño va a hacer a las provincias de Teruel y de León, seguro que lo volveremos a ver puesto en valor de nuevo. Seguro que con suficientes recursos en innovación, la tecnología volverá a poner el carbón en valor, hay que solucionar todos los problemas que produce su consumo tal y como se extrae; entre la extracción y la conversión en energía, hay muchos procesos que se pueden mejorar y solucionar con innovación, no es fácil y no se llega a tiempo de parar lo imparable, pero sí una oportunidad de volver a incorporar a nuestra economía lo que las entrañas de la tierra pone bajo nuestros pies. No tengo ninguna duda que el Gobierno de Aragón no va a escatimar ni medios ni esfuerzos para reducir al máximo los efectos de esta crisis, cuyos efectos nos afectan y nos duelen pero que tienen un origen en unas decisiones tomadas hace muchos años y a mucha distancia sin dar soluciones para el día después. Aragón tiene empresarios con coraje que apuestan. Samca, Tervalis, convirtiendo la leonardita en abonos, y tiene una gran universidad con el Circe como referente. Estoy seguro que es cuestión de tiempo.