¿Héroe o villano? ¿Genio o confabulador? ¿Cómo definiría usted al pequeño Nicolás? Los desmentidos a sus tejemanejes se le acumulan al joven más famoso del país, pero él sigue impasible. Como si esos desmentidos no fueran con él. "Las mentiras tienen las patas muy cortas", a eso se aferra. Pero lo cierto es que conforme pasan los días algunos de los protagonistas de sus historias van confirmando que, por lo menos, algunas cosas son ciertas. Por ejemplo, es verdad que habló personalmente por teléfono con el rey Juan Carlos, algo de lo que Fran se ha encargado de alardear en todas sus apariciones públicas para hacer más creible su historia. Hablaron durante la primavera, lo confirma Javier Ayuso, entonces director de comunicación de Casa Real. Lo curioso del caso es cómo se produjo esa llamada. Por lo visto, Fran tiró de verborrea --¡qué raro!-- para hacerse con el móvil de Su Majestad. Llamó como quien llama a un amigo. El Rey le dio un portazo teléfonico.

EL CNI es otra de las obsesiones públicas de Nicolás. Lo cita cada vez que puede para decir que era "colaborador". ¿Un chaval de 20 años? Algo chirría, pero hay quien le cree. Y, ¡voilà!, aquí también hay un dato cierto: ha pisado sus oficinas. Fue en septiembre de 2013 cuando el pequeño Nicolás acompañó a un empresario a una reunión a una de las sedes del CNI. ¿Qué hacía alguien como Nicolás en las entrañas de la inteligencia española? ¿Ustedes entienden algo? Yo no. Pero es innegable que sabe cómo moverse, y alguien debería investigar por qué ese joven llegó a donde llegó. En su novela por fascículos, también aparece el señor Moratinos. El embaucador logró convencer a todo un exministro de Exteriores para comer juntos y hablar de la posiblidad de crear un Consejo entre España y Guinea para fomentar las relaciones económicas. ¿Cómo es posible que alguien como él se siente en esa mesa para negociar un asunto casi de Estado? Con sus cantos de sirena llegó a pisar las baldosas de la casa del señor Moratinos. Palabra del exministro. Diría que ni el mejor guión de Berlanga habría contemplado esa posibilidad.

Detrás de todo esto no hay un joven con super poderes, pero sí, parece, un joven ambicioso que convierte encuentros puntuales en historias de cómic. El pequeño Nicolás no lleva un traje de murciélago al estilo Batman que le permita luchar contra el crimen organizado. A él lo que le va es enfundarse un traje con corbata que le dé alas para llegar a las altas esferas políticas y económicas, y aparentar algo que no es. Decía que su padre era un alto cargo del Gobierno, cuando en realidad trabaja de repartidor. Pero Fran ya ha logrado lo que quería: ser Batfran.

Periodista