En la noche del 4 de junio de 1989, la imagen de un hombre con camisa blanca enfrentándose solo a una columna de tanques en la plaza de Tiananmén conmovió al mundo. Cuando se conmemora el 25° aniversario del aplastamiento de la primavera china que costó la vida a varios centenares de personas, aquella imagen apenas significa nada para la gran mayoría de los veinteañeros de hoy. Mediante una censura férrea, el régimen comunista ha conseguido borrar de la memoria colectiva aquellos dramáticos sucesos que pusieron en jaque a las autoridades de un país regido por un partido que controlaba todos los resortes de la vida de los ciudadanos. La protesta juvenil y la ocupación durante siete semanas de la plaza de Tiananmén, en el corazón más simbólico de Pekín, no fueron los únicos actos de desafío al régimen de partido único. Hubo otros en varias ciudades.

Quienes tienen memoria de lo acontecido interpretan la demostración de fuerza militar como el paso necesario para generar estabilidad. Según esta justificación, se alejaba la tentación de cualquier protesta y el país se encarrilaba hacia el crecimiento económico y la prosperidad. En este cuarto de siglo China ha pasado de ser un país sin apenas peso económico a convertirse en la segunda potencia económica mundial mediante su peculiar fórmula de libertad de mercado en un régimen comunista.

GRAN MURALLA

Ahora, con la existencia de una amplia clase media y la difusión de las redes sociales capaces de orillar la censura, la necesidad que sienten las autoridades de suprimir toda referencia a lo ocurrido en 1989 es aún mayor. Uno de los objetivos asumidos por el presidente Xi Jinping al iniciar su mandato hace poco más de un año era acabar con la disidencia. Pese a lo escrito en la Constitución de la República Popular que asegura la libertad de expresión, de prensa, de asociación y de manifestación, el país ocupa el puesto 175 de un total de 180 en la clasificación mundial de la libertad de prensa que elabora Reporteros sin Fronteras. El Gobierno ha levantado una gran muralla informática para poder ejercer mejor el control de cuanto circula por la red. La proximidad del 4 de junio no ha hecho más que aumentar la represión contra destacados disidentes. Aquellos muertos y aquel deseo de libertad aplastado no deben caer en el olvido.