No quiero ser alarmista, pero no lo digo yo. Lo dicen las investigaciones, los datos. Y lo muestran los propios animales, las plantas y el clima, que se extinguen o cambian delante de nuestras narices. Este título fue justo una frase pronunciada por la comunidad científica en la cumbre del clima en Bonn, el año pasado. El tiempo se está agotando porque el medioambiente se está agotando. Nos deja cientos de pruebas que ignoramos, hasta que la verdad nos explote cuando sea demasiado tarde.

Mientras, vemos noticias absurdas pero reales, como aquel barrio rico de Bristol que puso pinchos en los árboles para evitar que las aves ensuciaran sus coches de lujo. Será que los vehículos ni ensucian ni contaminan... O ciudades que cambian el poco espacio verde de rotondas y medianas por césped artificial, creando barrios diseñados de moqueta. A la vez llegan imágenes de ballenas, tortugas o aves marinas atrapadas o muertas por ingerir plásticos, o la de aquel oso polar que moría de hambre por los efectos del cambio climático. Fue un día trending topic, y ya está. Imágenes que recibimos como hechos aislados cuando están relacionadas y evidencian que el sistema destruye nuestro medio y que las medidas de los estados son ineficaces. A veces, potenciando una industria turística que obvia que los recursos son limitados.

Algunas personas se toman esto a risa, cuando hay datos que cortan la carcajada de forma radical. Tras el Día Mundial del Medioambiente, conviene recordarlo. Por ejemplo, que en el 2050 habrá más plástico que peces en el océano, según el Foro Económico Mundial. Y las migraciones como causa del cambio climático, la deforestación, la falta de agua dulce y la extinción de las especies. Según el Banco Mundial, en el 2050 el número de personas obligadas a huir de sus tierras a causa de sequías extremas o inundaciones llegaría a los 140 millones.

Tampoco obviemos que el cambio climático también es cuestión de género. Un informe de la Organización Mundial de la Salud en el 2016 indicaba que las sequías, inundaciones o tormentas causan más muertes en mujeres que, además, tienen una situación socioeconómica peor. Tenemos el pack completo: pobreza, mujer y cambio climático. Y otros estudios recordaban, como siempre, que las mujeres son las principales responsables, en situaciones climáticas extremas, de los cuidados. Hemos llegado aquí por el individualismo de creer que solo existes tú y que los demás ya se buscarán la vida. Unido a un capitalismo que no ha dado tiempo a regenerar al medioambiente y ha pensado en él como un supermercado del que explotar recursos a su antojo. Son los mismos que pasan por alto el dato de que cada persona ganaría 2.300 euros si se frena el cambio climático, según una investigación en la revista Nature.

La economía mundial ahorraría 17 billones en este siglo si se limitara la temperatura media del planeta un grado y medio. De no cumplirse, ¿qué gasto se genera? Por ejemplo, en la agricultura por las sequías o el aumento del coste en sanidad por enfermedades agravadas por el cambio de temperaturas. Por eso, de ser cierto, habrá que estar atentos a la ley de transición energética y cambio climático que se espera del Gobierno de Pedro Sánchez, tras el parón de las renovables con el PP.

En una imagen desde el avión no sé ve al ser humano. Se ven nubes, montañas, vegetación, mares… No es decoración, es lo que nos da la vida. Estaban aquí antes de llegar nosotros. Y somos nosotros quienes estamos aquí de prestado, de alquiler en este planeta, por tiempo limitado. Pero nos creemos el centro del mundo. Un estudio en PNAs.org mostró que el ser humano es solo el 0,01% de toda la vida en la Tierra, pero es la responsable de la desaparición del 83% de los animales salvajes y de la mitad de las plantas.

Insisto. No somos nada y nos lo cargamos todo. Nos creemos la especie civilizada, avanzada e inteligente cuando nuestro trato al medioambiente refleja que somos incivilizados, retrasados y torpes. No sé dónde está la inteligencia en pensar que se puede comprar el oxígeno que respiramos en el súper. Mientras, invierten en misiones carísimas en busca de un planeta con condiciones de vida parecidas al nuestro; cuando lo que necesitamos ya lo tenemos a coste cero. Está aquí, solo que lo estamos destruyendo. Hay que ser idiotas… O listos, porque son muchos estados e industrias a las que les interesa que esto funcione así. Sin ni siquiera pensar que, de seguir, acabará con ellos mismos.

*Profesora de universidad y periodista