Primavera del año 1991. En una carta abierta a ETA, que dejó estupefacta a media España y horrorizada al resto, un tal Carod Rovira, dirigente a la sazón de un pequeño partido radical llamado Ezquerra Republicana de Cataluña, decía textualmente: "Los vascos no sois españoles, de acuerdo, pero los catalanes tampoco, y con acciones como ésta no hacéis más que españolizar Cataluña. Ahora sólo me atrevo a pediros que cuando queráis atentar contra España, os situéis previamente en el mapa."

Los que no somos catalanes --los que le importamos una higa al político nacionalista-- tenemos todo el derecho del mundo a preguntarnos si Carod Rovira mentía entonces en su carta o si miente ahora. Si miente cuando asegura que su intención al hablar con la cúpula etarra --sin que sus socios en el gobierno lo supieran y colocando a Zapatero al borde del harakiri-- no era otra que la búsqueda irrestricta del diálogo y la paz universal. Piensa que además de prescindibles somos gilipollas.

En la emoción del momento, afirmo que no es más que un siniestro botarate, al que han cogido con los pantalones bajados y las vergüenzas al aire. Que se trata de un político inmoral y obsceno, que no duda en jactarse públicamente de su bajeza. Creo que airear sus turbios manejos contribuye a la higiene política del país y que cobran ahora singular interés los diferentes modelos de gobernación que se nos proponen en las próximas elecciones. Porque estamos viendo que este es tiempo de canallas.

*Periodista