Vivimos recluidos en un espacio cerrado, un encierro propicio a la lectura, que tiene su fiesta tradicional: San Jorge. Pero este año, todo ha sido distinto, privados de una calle vestida de color donde los libros alcanzaban un maravilloso protagonismo y abrían sus páginas, entre rosas rojas y banderas de Aragón, a una concurrencia masiva y entregada. El Día del Libro ha supuesto a lo largo de los años una notoria oportunidad para el encuentro cómplice entre autores y lectores, donde unos y otros intercambiábamos ideas, motivaciones y sugerencias ilusionadas, mientras los libros circulaban de mano en mano, bajo la tutela de todas las personas que conforman la inmensa familia editorial. Pero, hoy, bibliotecas, librerías y otros templos del libro permanecen cerrados, sin que conozcamos siquiera una fecha de reapertura, en tanto que múltiples iniciativas han porfiado por recordarnos la efeméride y paliar la obligada proscripción forzada por esta penosa pandemia. En la Biblioteca de Aragón se ha optado por presentar en su canal YouTube vídeos grabados por los autores recomendando su obra, simpática alternativa en la que algunos escritores nos hemos iniciado como actores y productores videográficos. Por lo demás, hemos asistido a una intensa programación en los medios digitales, que ha sido capaz de trasladar la celebración desde la calle al interior de los hogares. Así, nuestros hijos de papel no han quedado huérfanos en su gran fiesta, virtual en esta ocasión, a la espera de tiempos mejores donde el contacto humano no precise de un soporte tecnológico. Ese día llegará y lo hará con mayor fuerza que nunca, junto a todas esas cosas que tanto echamos de menos y, por ello, valoramos más que nunca. Entretanto, quedémosnos con lo importante: un perdurable amor al libro y a la lectura.

*EscritoraSFlb