En cuestión de pocos días un tramo de la carretera que une Quinto de Ebro y Gelsa se diluye con la misma facilidad que un azucarillo. Y peor que las grietas que abren en canal la vía y que el peligroso desnivel sobre el que se asientan las pilonas del puente, es no saber por qué se mueve el suelo. Cada hora que transcurre el peligro de hundimiento es mayor, y los técnicos modifican sobre la marcha los trabajos de reparación para evitar daños personales. Conocer el origen de la inestabilidad del suelo es asunto prioritario, pues varios días después de la primera grieta aún se discute si es el río, los regadíos o los yesos de la zona.