El presidente Maduro es una maldición para el pueblo de Venezuela, pero ofrece a las derechas españolas la oportunidad de participar en una causa que sublima sus impulsos combativos y colma sus aspiraciones míticas. A distancia, claro, que aventurarse por las calles de Caracas estos días no es plato de gusto. Guaidó y Leopoldo López inspiran al conservadurismo hispano, capaz de considerar una respuesta democrática (alzamiento lo han llamado, ateniéndose al lenguaje tradicional) el torpe intento de golpe de estado protagonizado por ambos opositores con escaso éxito, pese a la ayuda de Trump. Bueno... golpe de estado fue lo que pretendieron; pero no les salió porque no contaban con el factor fuerza (fuerza armada, claro) que es propio de tales eventos.

El caso es que aquí estamos embarcados en un juicio donde diversos personajes responden por un presunto delito rebelión, como consecuencia de unos actos ilegales pero imposibles de encuadrar en lo que se considera golpe de estado. Un juicio, por cierto, político cien por cien. Tanto que cinco acusados han sido elegidos diputados legal y democráticamente, al igual que dos abogados de la acusación popular.

Chirría que cuando tantos españoles han ido a las urnas para expresar su deseo de diálogo y exigir a través de sus representantes un mínimo de calma y lógica, estemos metidos hasta el cuello en ese proceso artificial absurdo, que puede exacerbar y mantener en ascuas el conflicto catalán durante años y años.

Chirría, a la vista de lo que supimos hace apenas una semana, que se venga distinguiendo entre los «españoles de bien» y el resto de los ciudadanos, que son considerados estúpidos, traidores, felones, ninis, estómagos agradecidos, pijoprogres o filoterroristas. O que ahora se descubra la naturaleza del sistema electoral, incluidas las consecuencias de la aplicación de la fórmula d’Hondt en las pequeñas circunscripciones, y el carácter indirecto de la designación de presidentes y alcaldes. O que los tardofranquistas se autodenominen constitucionalistas. Por favor.