La mitad del mundo se prepara a marchas forzadas ante esa recesión global que amenaza si Trump y China no entran en razones y Boris Johnson gana por chulería. Pero, tranquilos, aquí no pasa nada. Lo dice el núcleo duro de Albert Rivera, justificando su desaparición mientras ardía Canarias y la listerioris generaba una alarma sanitaria por dejación de la Junta de Andalucía, vicepresidida por Cs: «Lo que pasa en agosto, no pasa». ¿Solo en agosto? ¿Y lo que pasó en abril? Pues tampoco, ahí tienen al presidente del Gobierno en funciones presentando un nuevo programa electoral cuatro meses después de que la mayoría de españoles aprobara el que presentó a elecciones. Su imagen sudando la gota gorda (literal) da idea del paripé que estaba haciendo. ¿Y lo que pasó el martes? ¿Realmente han sido imputadas Aguirre y Cifuentes por presunta corrupción en el caso Púnica? Pablo Casado ni se ha enterado, pero su portavoz ha dicho que son inocentes y que están indefensas. En agosto se ha registrado en España la mayor destrucción de empleo desde 2008 y ha disminuido el turismo porque Alemania, gran cliente, está al borde de la recesión. Esto sí es lo que parece, un frenazo económico que no merece la brega de nuestros líderes políticos. Bastante tienen con lo que tienen: los regeneradores de Cs lidiar con el escándalo de Avalmadrid y las salpicaduras a la presidenta, y los inmaculados de Vox con el casoplón de los Espinosa-Monasterio que hay que clausurar por impago de impuestos y alteración de la licencia. Pero no pasa nada, Abascal se retrata con unos lobos y los suyos piden desde Instagram que ataque. Deberíamos aceptar el consejo de Pablo Iglesias -«no se fíen de ningún político, de mí tampoco»— y exigir la renovación de los líderes. Por agotamiento. H *Periodista