¿Qué le pasa a todo el mundo con la cocina? ¿Por qué todos los españoles quieren cocinar? Si nos ceñimos a la realidad, las preguntas no son ciertas: en realidad los españoles/as no cocinamos demasiado, pero nos gusta ver cómo alguien guisa por nosotros. Es un matiz que ayer recordaba mi colega José Miguel M. Urtasun, desde estas páginas, cuando también se alarmaba por la cantidad de concursos que giran alrededor de los fogones (bueno, de las placas de inducción).

Ahora se ha sumado Cuatro con Deja sitio para el postre (es cierto, solo faltaban los postres), con la guía del prestigioso maestro Torreblanca. Y con el regreso a las pantallas de Raquel Sánchez Silva. Los postres y tartas están de moda, existen canales temáticos que enseñan a elaborar una crema pastelera y a coronar el pastel con una guinda de fresa. ¡Todo se puede aprender, claro! Pero lo que no puede ser es que todos (incluido Aragón TV) caigan en la rutina de concursar con la gastronomía. Porque lo cierto es que luego no pasamos por cocina para emular a esos chefs. Bien decía Urtasun que contemplamos estos programas como un simple espectáculo, un concurso de caballos, donde la postproducción hace maravillas para elevar la tensión.

Si usted acudiese a una empresa televisiva con un programa novedoso, llamarían a los guardias. Por peligroso. Odian los experimentos. Todos se agarran a lo conocido, dándole una vuelta de tuerca. Y lo pagamos los espectadores, hartos de la misma dieta, perdón por la metáfora culinaria.