Aleluya. Por fin se han puesto de acuerdo todos en algo. La renta mínima vital ha sido capaz de conseguir el tan esperado milagro. El respaldo de la inmensa mayoría del Congreso al decreto del ingreso mínimo vital (297 votos a favor y 52 abstenciones de Vox), ha puesto de manifiesto que todavía hay esperanza para el futuro de los españoles. Pese a las diferencias manifestadas a la propuesta presentada por el Ejecutivo y a las puntualizaciones que los partidos han realizado a la misma (de ahí que la medida se tramite como proyecto de ley por el procedimiento de urgencia, para que los grupos parlamentarios puedan proponer enmiendas), el consenso político ha sido posible y beneficiará a casi 2,5 millones de personas en situación de pobreza severa, un 20% de la población. Y es que, en España, hay 1,1 millones de hogares con todos sus miembros en paro, y casi 600.000 que no cuentan con ningún tipo de ingreso. Ante semejantes cifras, va a tener razón el ministro de Inclusión, Escrivá, al tildar el acuerdo de «éxito colectivo» que «dignifica al país». Va a ser que sí. E incluso también como apunta el vicepresidente Iglesias, «la mejor vacuna contra el odio». Lo de si este asunto no se le puede atribuir a Iglesias y a Podemos, que defendían en su programa político una renta básica universal, porque ya «lo inventó Fraga», como comentan los populares, lo vamos a dejar un poquito al margen, porque es bastante obvio. Tanto positivo, sus señorías. Pero, ahora, lo que toca es que se remanguen ustedes, Gobierno progresista de coalición, y trabajen por esos diez ejes vertebradores de su preacuerdo político, muy especialmente, por la regeneración y la lucha contra la corrupción. ¿Que aún se preguntan el por qué?

*Periodista y profesora de universidad