Las fiestas del Pilar han sido un completo éxito. Presididas por un notable espíritu cívico, la participación ha sido masiva y la oferta de espectáculos y actividades, superior a la de ediciones anteriores.

Para todos. Con especial mención de las excelentes actuaciones musicales de carácter gratuito, que hacen posible disfrutar de las fiestas a quienes más las necesitan, y de los espacios peatonales, que por unos días se han visto liberados de la esclavitud del automóvil. Han sido unas fiestas de todos, que han sabido despertar un eco de satisfacción generalizada y que han llenado la calle de algarabía y beneplácito, pues, sin duda, es en la calle donde mejor se vive la fiesta.

Y, ciertamente, por unos días, nos hemos acostumbrado a deambular con pasos confiados por avenidas y calzadas, vedadas durante el resto del año e imposibles de cruzar salvo por estrechas veredas reguladas con semáforos. Nos hemos acostumbrado muy pronto... porque para los deficientes visuales ni siquiera son útiles los semáforos sin sonorización: ¿Cuándo el Himno de la alegría les anunciará vía libre, sin temor a que cuatro ruedas negras acaben con su derecho a la vida?

*Escritora