Mañana será un día de celebración especial para los aragoneses porque el Gobierno central va a derogar el trasvase del Ebro, ese fantasmón que durante los últimos cuatro años ha pendido sobre nuestro futuro. Mañana, los aragoneses podremos coronar nuestra autoestima con el Boletín Oficial del Estado, el mismo papel con el que hace unos meses el gobierno de Aznar se apoderó de un patrimonio común para expoliarlo y dilapidarlo regando tierras de yeso sobre las que habrían de cultivarse campos de golf. Aquel decreto, publicado en el mismo papel oficial que mañana lo borrará, sólo iba a alimentar la codicia de unos cuantos aprovechados sin ciencia ni conciencia, que así fue como los bautizó el cartagenero y académico de la Lengua Pérez Reverte, en presencia del mismísimo presidente murciano.

Ramón Luis Valcárcel advirtió ayer que seguirá luchando por el Plan Hidrológico hasta el final. Y hará muy bien, porque si Murcia necesita agua, algo que nadie duda, habrá que hacer todos los esfuerzos posibles para que la tenga. Pero no a costa de ningún pueblo y mucho menos para favorecer a esos ladrones que trafican con el agua que roban para regadíos y usos ilegales, esos guajas a los que el fiscal Valerio intenta echar el guante. Este mercado negro, que procura un suculento botín a los saqueadores, es lo que deslegitima a Valcárcel cuando exige agua para regar los tomates de Mazarrón. Esos tomates son, como el agua del Ebro, patrimonio universal, y contribuyen al desarrollo sostenible de Murcia. Pero esos tomates no eran el destino del agua del Ebro.