Llueve por esas calles dejadas a la mano del ave, que todo parece Diwaniya o Nayaf, nombres de uso diario, marcas o logos que darían para bares, tiendas o líneas de moda, pues ya tienen el marketing hecho, palabras que ya se nos han quedado para siempre en la trampa de las neuronas. Los americanos están vengando a aquellos muertos que colgaron de un puente, imposible olvidarlos. Arrasan Faluya mientras suenan los cánticos en las mezquitas. Aquellos cuatro cuerpos colgando del puente. La guerra, que era una posguerra, se vuelve bíblica, coránica. Ha tardado un año en estallar desde dentro, un año desde que los tanques derribaron la estatua del tirano. A los iraquíes les van a dar una autonomía de vía lenta, y les han pintado una bandera que da grima. El muro israelí avanza, los palestinos nombran a sus jefes en la clandestinidad para que no los enfilen con un misil, y en sus escuelas se estudia para ser niños bomba del paraíso. Bush y Sharon parecen dos pirómanos en una gasolinera. Y eso que ha empezado la era de acuario.

Aquí no hablamos de otra cosa, queremos vivir impunemente, sólo vivir, hablar como mucho de la deslocalización, de la ampliación de Europa, como el que tira un tabique o rehace la cocina, nuestros temas de pisos y ancianos. Queremos vivir sólo vivir, esta mezcla acelerada de bricolage, pedir hora a médicos y estudiar las revistas de inmobiliarias y todoterrenos. Pero ese sólo vivir ya es un lujo excesivo. Este Vietnam está supercerca. Este espanto está en casa. Han vuelto a los telediarios las imágenes verdes, los bombardeos nocturnos que, tras el 11 M, ya nos parecen menos lejanos. Faluya, Nayaf. Las imágenes de ataúdes alineados, con banderas, una vez que han roto la censura, se integran en el sistema industrial. Es como una cadena de montaje de la muerte, todas las cadenas son un poco fúnebres. Pero los cuatro cuerpos colgando del puente no se digieren, requerían otra respuesta. Regresa la Plus Ultra con vida y alguien enarbola una bandera española con un toro que siempre es el de Osborne. Esto es lo peor. Ahora que los toros se doblan más que nunca, que sólo rumian gominolas, ahora que hasta el Ayuntamiento de Barcelona reniega de las corridas, flamean al toro en la bandera (que quizá habría que sacarla a votación por sms). El lazo se ha vuelto un toro de repente.

*Periodista y escritor