Además de ser inmoral, la tortura es ilegal en cualquier Estado de Derecho. Lo dice incluso la Constitución de Estados Unidos, pero esta misma Constitución fue violentada por las prácticas infames impulsadas por los Cheney, Rumsfeld o Wolfowitz, y bendecidas por George W. Bush en su guerra contra el terrorismo. Y lo seguirá siendo pese a la publicación del informe del Senado que demuestra que hubo tortura, que la CIA obró por cuenta propia engañando a las instituciones a las que se debe. Cuando el actual director de la agencia, John Brennan, repite en su comparecencia ante los medios el eufemismo de "métodos de interrogatorios reforzados" para no hablar de tortura, cuando el propio presidente Obama obvia esta palabra pese a haberla utilizado en el pasado, cuando se detecta una gran prisa por enterrar el documento y cuando desde el Departamento de Justicia se apunta que no cambiará la decisión del 2009 de no abrir procesos judiciales contra los autores de las torturas, poco cabe esperar. No habrá consecuencias jurídicas ni para autores ni para instigadores en EEUU.