Estos insultos tienen sabor antañon, encarnan la vieja rabia medieval de la España negra. Adjetivos como traidor o felón pasaron de las cantigas sobre Bellido Dolfos a los discursos primero reaccionarios, luego conservadores y siempre patrioteros. Hoy tachonan los argumentarios de los nacionalistas (centrípetos y centrífugos, insisto). Media España considera traidora a la otra media, y tal situación alcanza el paroxismo en Cataluña, en Navarra, en Valencia y otros territorios. Pero... ¿quién y por qué es reo de felonía?

Sucede que el unilateralismo nos está pudiendo. ¡Ay de quien pretenda quedarse fuera del marco prescrito, donde eres blanco o negro sin posibilidad de matiz alguno! Rememoren, por ejemplo, las imágenes de la última movida en Alsasua. Patriotas frente a patriotas. Y si no estás en un bando o en el otro, seguro que serás un traidor. Incluidas las asociaciones de guardias civiles, que criticaron (en términos idénticos a los del ¿felón? ministro del Interior, Grande Marlaska) la torpe utilización política del instituto armado.

Pongámonos en nuestro ámbito hispánico. Aquí algunos te considerarán traidor a España si se te ocurre proponer un estado federal (y no digamos si además lo sugieres republicano). Pero serás un buen patriota (además de estupendo constitucionalista) si lo que jaleas es la desaparición de las autonomías y la ilegalización o neutralización electoral de todo partido que no pase por el aro.

Traidores los miembros del Gobierno, los juristas y cualquiera que no considere a los secesionistas catalanes rebeldes, golpistas y merecedores de prisión eterna. Ni se ha celebrado el juicio, pero discutir la (no presunta) felonía te convierte automáticamente en felón. De la misma forma que todo independentista radical calificaría tal cual a quien osara poner sobre la mesa la obvia responsabilidad política de Puigdemont, Junqueras y los otros.

En fin, qué les voy a decir... ¡Si hemos llegado a un punto en el que los demócratas que se dicen de verdad defienden al genocida Franco con patriótico ardor! Es inaudito.