Los resultados de la elección en Argelia resultan sorprendentes por la amplitud del triunfo del presidente, Abdelaziz Buteflika. Los observadores extranjeros no hallan pruebas del "atraco electoral" denunciado por la oposición, pero el nivel de abstención, la victoria excesiva y las prácticas habitualmente fraudulentas del Ministerio del Interior son unas credenciales poco gratas.

Buteflika iniciará su último mandato con el reto de liberar de la pobreza a un país rico, acabar con el despotismo militar y erradicar la incompetencia y la corrupción endémica del partido único. Los progresos fueron considerables en los últimos cinco años, gracias al fin de la contienda fratricida y la excelente marcha del negocio de los hidrocarburos, pero queda una tarea ingente. El paro afecta al 50% de los jóvenes, el estado de los servicios públicos es calamitoso, persiste la hipoteca militar y sigue en el alero el vidrioso tema de los desaparecidos en la guerra civil desencadenada por el Ejército en 1992, que causó 100.000 muertos, no todos atribuibles a la locura integrista.Cabe preguntarse si Buteflika y los militares podrán copresidir una transición hacia horizontes de progreso, que convierta un sistema inservible en un ensayo democrático.