Dicen que un médico cura, dos dudan, tres lo empeoran y con cuatro, muerte segura. Sirve el refranero español para la situación que han creado los líderes de los cuatro partidos mayoritarios, incapaces de llegar a acuerdos que hayan hecho posible la formación de un gobierno en España tras las elecciones generales del 28 de abril. Ahora hay que volver a votar e intentar que los que ganen y los que no, sean capaces de unirse en pos del progreso. Más que nada para que el país no se pare. Es complicado si sigue la tónica general que han deparado todas las últimas elecciones, pero no imposible. En Aragón se hizo tras el 26-M y se creó un Gobierno autonómico compuesto por cuatro partidos (PSOE, PAR, Podemos y CHA, con apoyo externo de IU). En el Ayuntamiento de Zaragoza se formó un equipo con dos (PP y Ciudadanos, con ayuda desde fuera de Vox). En otras muchas instituciones aragonesas y españolas, también. ¿Es, pues, cuestión de los líderes nacionales? Seguro. ¿Es problema de las diferencias territoriales? También. La mirada es distinta de la misma forma que desde Aragón los comicios del 10-N se supone que no tendrán la encarnizada lucha que se verá desde la capital de España. Sencillamente porque las discrepancias entre PSOE y Podemos (socios en la DGA) no se van a airear tanto y lo mismo pasará con las de PP y Cs (gobernando en Zaragoza). La transversalidad aragonesa la veremos aún más durante los ochos días de campaña.

Hay quien dice que tampoco es tan grave tener que volver a votar. Es la esencia de la democracia, el ejercicio se hace en diez minutos y no supone un esfuerzo ni un sacrificio. Es verdad, pero lo cierto es que cuesta dinero (que serviría para otros menesteres) y que supone perder mucho tiempo que es vital para que un Ejecutivo ejerza como tal y tome decisiones. El país se frena y no es cuestión de buscar culpables. No deja de ser curioso que en Aragón y otros lugares PSOE y Podemos se entiendan y en el Congreso de los Diputados no. Probablemente no es lo mismo porque a nivel estatal hay cuestiones nucleares (como Cataluña) que marcan mucho más que las que pueden hacerlo en territorios como los de las tres provincias aragonesas. Aquí se gestiona el Estado del Bienestar y (al margen del dilema entre la enseñanza pública, la privada y la concertada), parece que no hay mucha divergencia con la educación, la sanidad y los servicios sociales. Ni con la despoblación, las carreteras o los bienes de la Franja. Cuestión de matices.

No hay más que ver cómo han transcurrido esta semana los plenos de las Cortes de Aragón. Una balsa de aceite (hasta con la oposición) y por mucho que los partidos que no gobiernan pretendan hacer ver que en algunos temas, los que ahora forman parte del Gobierno regional hace unos meses opinaban de distinta manera, tampoco hay que sacralizar. ¿O es que no hay gente de la calle que en unas elecciones vota a un partido y en otras vota a otro? ¿Acaso creen que no hay gente que haya votado una vez a Podemos y otra a Ciudadanos? Pues si vemos normal estos cambios de registro, ¿por qué no pueden hacer lo propio las personas que están gobernando en las instituciones? El objetivo es progresar.

De la misma manera que vemos tanta tranquilidad en la Aljafería, la vamos a ver durante la campaña electoral en Aragón. Ni PSOE-Podemos ni PP-Cs van a protagonizar en la comunidad grandes enfrentamientos. Eso se lo dejarán para sus jefes de fila nacionales. Ya se cuidarán muy mucho. La transversalidad es avanzar y recrearse lo justo en lo que molesta. ¿O es que acaso a los socialistas aragoneses les ha gustado que CHA saliera tan pronto a decir que ahora sí que se va a presentar a las generales? Aunque el argumento de los nacionalistas sea bueno, tanta rapidez sobresaltó a su socio, pero no pasa nada...

Aragón ha pactado y va por buen camino. Zaragoza, parece que también. Miremos pues a España. Los cuatro líderes lo han hecho mal. No es cuestión de pensar que tiene que ver su edad, como dicen algunos, aunque no deja de ser llamativo que salvo Pedro Sánchez (1972), el resto nació ya en democracia: Pablo Iglesias (1978), Albert Rivera (1979) y Pablo Casado (1981). Y en Aragón la diferencia es mayor: Arturo Aliaga, 1955; Javier Lambán, 1957; José Luis Soro, 1966; Álvaro Sanz, 1977; y Nacho Escartín, 1978. Años aparte, habrá que ver hacia dónde tiene que mirar el ganador (Europa ya ha dicho que no le gustan los populismo) y si al final seguimos como siempre: o con Gobierno con mayoría absoluta o en minoría, nunca en coalición. O tenemos que volver al refranero: Cuatro cosas hay que nunca vuelven más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada.

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