Los datos del primer año de explotación completa de la línea 1 del tranvía de Zaragoza son apabullantes. Los 25 millones de usuarios, a razón de 95.000 en día laborable de media, y la reducción del 25% del tráfico en el centro, con la consiguiente disminución en emisiones de gases, hablan a las claras de las magnitudes que ha alcanzado la única obra pública digna de mención realizada en la presente legislatura en la ciudad. Es cierto que todavía parece necesario mejorar la eficiencia operativa del Urbos y resolver algunos problemas secundarios en el ordenamiento del tráfico. Pero en general, tanto el servicio como su impacto en la calidad de vida de los zaragozanos son muy positivos.

Tras el debate inicial entre partidarios y detractores del nuevo sistema, las dudas en el transporte público de la capital aragonesa se centran ahora en la necesidad o no de continuar con la implantación del tranvía. La segunda línea, prevista entre Delicias y el este de la ciudad, debe enmarcarse como una prioridad en la próxima campaña electoral, sin desatender el bus pero sin cejar en el intento.