Se le echaba de menos y ya está aquí: de nuevo con ustedes la amenaza del trasvase. Tenemos debate estéril y bronco para rato. Hace bien el Gobierno de Javier Lambán en tomar medidas y estar atento. La decisión última está en manos del Ejecutivo central, del que visto el escaso compromiso con esta comunidad, no hay que esperar demasiado. Así que mejor vigilar los movimientos de Cataluña y la permisividad de La Moncloa con los delirios de los vecinos. Basta con vigilar y lograr consenso (parece que lo hay). Pero el trasvase no puede colonizar toda la vida política aragonesa.

La amenaza de una transferencia se emplea a menudo para meter ruido. Mientras se habla del agua, otras cuestiones quedan relegadas. El Ebro funciona como el alpiste o como el opio. Pero la realidad es que a punto de alcanzar el ecuador de la legislatura y ya a mitad del ejercicio, la falta de un presupuesto impide consolidar las políticas sociales, que ya han echado a andar. Por no hablar de la falta de inversiones. O de la nula interlocución con Madrid que tapona cualquier mejora en el tratamiento que la comunidad recibe en las Cuentas Generales del Estado. Que nadie espere una lluvia de millones como Rajoy ha prometido en Cataluña. La convocatoria de la Bilateral ya será un triunfo, aunque los resultados luego brillen por su ausencia. En Aragón demasiadas veces el debate discurre por vías muertas y la realidad se estanca, entre trasvases, bienes de la franja, comunicaciones transfronterizas (TCP) y desdoblamientos. Y nada llega.

*Periodista