Enero será el primer mes en el que el salario mínimo (SMI) alcance los 707 euros en España, tras un incremento especial del 8%. Toda una subida solo comparable a la que se registró en 2004, con la economía a la velocidad de crucero, aunque luego se descubrió que semejante empuje llevaba el pulso trucado, como esos diésel que eran el futuro y a los que cualquier día impedirán circular por el bien de nuestros pulmones. Comparado con el aumento del 0,25% de las pensiones es todo un detalle, pero el SMI conviene encuadrarlo en su posición en el ranking. Francia y Alemania lo duplican, y hasta Irlanda lo fija en 1.546 euros. Por no hablar de los 1.922 euros de Luxemburgo, con sus cuentas tan especiales.

Claro que también podemos echar la vista abajo y ver que casi coincidimos con Grecia (683) y vamos sobrados ante Rumanía (276) o Bulgaria (214). Y si la conciencia de la nómina no acaba de sosegarse siempre se puede mirar a Kazajistán (94 euros) o a Nepal, con 69. Y no es que el salario mínimo sea una referencia para evitar situaciones de explotación. El 35% de los asalariados, casi seis millones de trabajadores, cobraban el pasado año por debajo del SMI, antes de la subida. Y publicado está que la merma salarial en los cuatro años anteriores alcanzó los 7,3 puntos. Todos los partidos con aspiraciones tienen congresos los próximos meses. Si dedicaran a hablar de cifras y propuestas de crecimiento la mitad del tiempo que de nombres seguro que encontraban la fórmula para evitar el sonrojo de las comparaciones.

*Periodista