Los próximos tres años van a exigir de los zaragozanos y de todos los aragoneses un gran esfuerzo de trabajo, de imaginación y de cooperación. Para la capital de Aragón, la Exposición Internacional del 2008 constituye un doble reto: de un lado, será preciso diseñar una muestra capaz de atraer a millones de personas con un reclamo que combine conciencia medioambiental, cultura y entretenimiento; de otro, deberá ultimarse la doble red de transportes interna y externa que convierta a esta ciudad en un lugar al que sea fácil llegar y por el que sea sencillo y rápido moverse.

Va a ser la ocasión para acabar las múltiples infraestructuras de transporte terrestre y aéreo que permitan optimizar la condición de nodo intermodal que ya es Zaragoza. Pero también se hará imprescindible configurar nuevos sistemas de transporte público colectivo que mejoren la hoy complicada movilidad en el interior de la ciudad.

Simultáneamente se estará construyendo el recinto ferial y se realizarán grandes transformaciones urbanísticas que, si han de ser consecuentes con el propio tema de la Expo, deben mantener criterios de sostenibilidad ecológica y de calidad arquitectónica. Cuestión esencial es la recuperación de las riberas de los ríos y del Canal y de la fisonomía de la ciudad en su conjunto. La transformación debe hacer de Zaragoza una ciudad clave en la Europa del siglo XXI.