Las fotos de Alsasua, banderas constitucionales y furiosos abertzales, gritos e insultos, dos bandos inconciliables enfrentados en una plaza mayor nos han revuelto y devuelto a aquel verso de Machado: Una de las dos España ha de helarte el corazón.

El corazón español, siempre apasionado y generoso, tanto como poco memorioso y nunca precavido, se exalta con estos enfrentamientos viscerales y bombea con más fuerza hacia los extremos del cuerpo electoral, donde comienzan a apreciarse los espasmos de la crisis.

Una nueva derecha, contundente, radical, Vox, emerge entre los fuegos artificiales de esa turbia operación por una independencia catalana que a la inmensa mayoría de los españoles repugna. Ese español racial, de orden, de espadón, apaciguado estos años atrás en la tibia penumbra de los partidos conservadores, marcha ya al son de los tambores de otra contrarreforma. Su víctima propiciatoria van a ser las autonomías. La catalana y la vasca, para empezar, pero pronto, también, aquellas en las que despunte el indepe, otra lengua, la insularidad o el fuero. Una y grande, con un Gobierno fuerte presidido por Santiago Abascal, con Sánchez Dragó de ministro de Cultura.

Mientras el sueño de la sinrazón crea monstruos, un político goyesco, ilustrado, el majo de las Cortes, Albert Rivera, envuelve en seda su mano de hierro. Es el preferido de un pueblo moderado que tiene miedo al futuro, siendo sobre todo su imagen lo que está enturbiando el porvenir del PP.

Conscientes de esas mutuas necesidades y debilidades, los socialistas han lanzado al ruedo su argumentario sobre las tres derechas, PP, C’s y Vox, negándoles el pan, el centro y la sal.

Lo están haciendo sin darse cuenta, o sí, de que también ellos, los socialistas, cada vez más situados en una de las dos Españas, comparten la izquierda a tercias, con Podemos y una Esquerra Republicana que, como Vox, crece al calor de los enfrentamientos entre Madrid y Barcelona, entre el Gobierno de España y la Generalitat.

Seis partidos y muchas combinaciones, con la obligación de evitar, señorías, por favor, una nueva división entre rojos y azules que parta el corazón al país.