El jefe Rodríguez Zapatero estableció normas de paridad en su Gobierno que no se cumplen en escalones inferiores. Eso del género me lleva loco. No creo en la paridad pero sí en la igualdad: hoy más ministros femeninos, mañana masculinos, pasados los días a la par y, por supuesto, siempre respetando la cuota neutra, en su doble dimensión. Afortunadamente, la condición sexual (gametos arriba o abajo) ya comienza a ser telaraña de una historia ominosa. Y ¿por qué entro en tales disquisiciones puramente delicuescentes? Pues para reprender a tres ministros (o ministras) del sexo mujer (todos podemos tener, o tenemos, genes feminoides): a saber Magdalena Alvarez, cuyas declaraciones y poses saben al más rancio machismo (con su pan se lo coma y amén) que a mi reputada veta y delicadeza femenina; a Carmen Calvo, inefable su antológico dislate "los dineros públicos no son de nadie", aunque provisionalmente more en la Residencia de Estudiantes --supongo que poniéndolas de su bolsillo--, ducha en hacer de su capa un sayo y cierren la boca porque buena soy yo, que nací en Cabra, reduciré el IVA y me cargaré a Bonet. Y finalmente a María Antonio Trujillo, la más auténtica y pintorera de la clase ministerial, salvado el amantecado y silente Bono: "soy como las sandías, verdes por fuera y roja por dentro". Más allá del tópico, de una labia florida y de esa fuerza que caracteriza a quienes creen en proyectos deconstruidos, esta mujer reconoce que está aprendiendo pero que tiene muy claros sus objetivos. Además de mujeres, son diferentes.

*Periodista y escritor