La gente que trabaja en los servicios de infecciosos suele ser especial. Seguramente hay en ellos un plus de vocación, una mayor capacidad de empatía con sus pacientes, más habilidades de comunicación fruto de algunas peculiaridades de muchos de sus usuarios y desde luego una gran competencia técnica, porque les va su propia salud en ello. Teresa sin duda es de este grupo encomiable que se ofreció voluntaria, a la que todos sus compañeros reconocen una gran profesionalidad después de ¡15 años! de trabajo y todavía pendiente de ganar unas oposiciones, o sea, eventual. Hay otros sanitarios que se creen que se lo saben todo, bocazas por naturaleza, que van de prepotentes, de sobraos, elitistas reincidentes que quizás sepan mucho de muy pocas cosas pero que son unos enormes ignorantes en todo lo demás. El consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid es un faltón que pertenece a este tipo, capaz de poner de su propia cosecha lo que le nace en el estómago con tal de poner su culo a salvo. La ministra pertenece a un tercer grupo, el de los políticos profesionales bien situados en el aparato de su partido y de los que no se sabe qué méritos tienen, qué habilidades. Técnicos en nada, ignorantes en todo, que pueden llegar a ocupar un ministerio aun sabiendo que no veía un cochazo en su garaje. Ese es el nivel de regeneración política del PP. Estamos en manos de incompetentes, solo expertos en sobrevivir políticamente. La gente como Teresa Romero son los únicos imprescindibles.

Profesor de universidad