Además de un conocido trabalenguas, ese es el título de una novela de Guillermo Cabrera Infante de 1967. Cabrera colaboró con el régimen de Fidel Castro hasta el año 1965, cuando rompió con el castrismo y se exilió, primero en España, donde la censura franquista tampoco le permitió publicar libremente sus novelas, y luego en Londres. En la capital de Inglaterra vivió hasta su muerte en el 2005; ocho años antes le concedieron el premio Cervantes.

En esa novela, tres amigos viven con intensidad la noche de La Habana, ciudad que tanto amó Cabrera y a la que no pudo volver. Las dictaduras causan estas «pequeñas molestias»: persiguen, encarcelan, censuran, expulsan e incluso asesinan, si se tercia, a los disidentes.

Además, cualquiera puede ser represaliado; no solo un político opositor, también un maestro que enseñe a sus alumnos a desarrollar un pensamiento crítico y a opinar por sí mismos, un escritor que use la palabra para denunciar injusticias, un historiador que desentrañe las miserias de los dictadores o un cómico que haga humor con asuntos aparentemente inocuos de la vida cotidiana, pero que molesten al caudillo de turno.

Cabrera usó un humor cáustico en sus novelas, algo que, cuando se perciben de ello los censores, no pueden soportar las dictaduras.

En 1956 Mao Tse-tung (o Mao Zedong), «el gran timonel» de China, publicó un artículo (lo he consultado en sus Obras Escogidas, vol. V, pp. 334-338, 1977) que tituló El imperialismo norteamericano es un tigre de papel. Mao sostenía la tesis de que los Estados Unidos utilizaban la expansión del comunismo como excusa para invadir otros países y así imponer sus intereses. El líder comunista Ho Chi Minh aprovechó esta expresión para elevar la moral de combate de sus soldados frente a la maquinaria militar norteamericana en la guerra de Vietnam.

Estos días, con tres diputados autonómicos de Ciudadanos en Murcia firmando una cosa y su contraria y votando en contra de lo que firmaron, otros tres diputados expulsados de Vox mareando el sentido de su voto hasta el último momento y la presidente de la Comunidad de Madrid jaleando como lema electoral «Comunismo o libertad», me han venido en cascada a la cabeza los tres tristes tigres y el tigre de papel.

Lo curioso de todo esto es que, dado su bajo nivel, los dos tríos de Murcia y la presidenta de Madrid serían absolutamente irrelevantes por sí mismos, pero dentro de este sistema de casta, unos gatitos acomodados y simplones son capaces de poner todo patas arriba. Algo no funciona bien.