La confirmación por parte de Rodríguez Zapatero de que España retirará sus tropas de Irak si antes del 30 de junio la ONU no toma el mando de las fuerzas de ocupación ha desatado un debate internacional. Estados Unidos ha empezado a presionar para que la retirada no se produzca. Pero ha bastado el anuncio de Zapatero para que algunos países duden de la utilidad de su presencia en Irak, para que Polonia reconozca por primera vez que la engañaron con las armas de destrucción masiva, para que aumente el crédito de las reticencias de Francia y Alemania, y para que Blair --el policía bueno de Bush-- se muestre dispuesto a intentar que una nueva resolución de la ONU encuentre una salida que permita la continuidad de los soldados españoles.

Aparte de que el debate servirá para presentar al nuevo presidente del Gobierno en la sociedad internacional, todo ello pone aún más en evidencia el entreguismo y la sumisión de Aznar ante los designios de Bush. El debate actual demuestra que era posible aliarse con EEUU haciéndose respetar y que con poco esfuerzo se podían haber moderado las ansias belicistas de la Administración republicana o haber evitado, al menos, la división europea.