El sistema operativo que emplea la mayoría de los ordenadores es Windows, un producto que ha convertido a Bill Gates, presidente de Microsoft, en uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo. Desde hace unos días circula por internet un trozo del código secreto de algunas versiones de Windows, cualquiera puede copiar esas líneas y --si entiende-- ver cómo están hechas. Ha cundido la alarma porque si es un trozo relevante la hemorragia podría acabar afectando a casi todo lo demás. Casi todo en este mundo funciona con Windows, y esta dependencia de un monopolio es una de las mayores amenazas, una extrema vulnerabilidad, como se comprueba cuando un virus llega al estrellato global. Ha cundido la alarma porque, aunque el trozo de código no sea decisivo, aunque no sea suficiente para provocar un desaguisado, puede ser sólo un anticipo, una demostración. El mundo del software libre, cuyos códigos están a disposición de la comunidad, que de esa forma los mejora constantemente, se va apoderando del imaginario del planeta. Algunas administraciones se pasan al soft libre que, entre otras ventajas, no paga licencias ni depende de una empresa única. Pero el mundo sigue siendo Windows por defecto: cuando compras un pc lleva ese sistema dentro, y aunque no lo quieras, aunque lo desinstales, nadie te devuelve el dinero (pero hay gente que lo intenta). El mundo sigue siendo Windows, pero en los últimos años el soft libre basado en Linux ha conseguido ser tan manejable como cualquiera, y sus escritorios no tienen nada que envidiar al Macintosh. Hay quien pronostica que Windows, que ya tiene múltiples líneas de negocio, acabará por abrir su código secreto para que -paradójicamente- lo mejore la comunidad internacional. Esta "filtración" de código podría ser una prueba, una primera fase de un culebrón de marketing, algo similar al pecho de Janet Jackson, que sirvió para calentar los premios Grammy. También puede haberlo filtrado cualquiera de los servicios secretos de los países a los que se les ha entregado una porción. En todo caso, da una idea de las turbulencias que produce un monopolio en el sector por el que pasa todo lo demás. Junto a los estragos del último virus, el trozo de código perdido es un estímulo para vencer la pereza y practicar un poco con cualquiera de las distribuciones de Linux.

*Periodista y escritor