Visita del Trump-oso americano a Europa, a la nueva sede de la OTAN en Bruselas, y aprovechando la coyuntura, despliegue de encantos, seducción a dos bandas. Por un lado, la Alianza Atlántica, que pretende concienciar al trol de la Casa Blanca de la necesidad de seguir aportando a la organización, y para ello le ofrece dos tributos: el compromiso de los estados OTAN de gastar más en defensa, llegar a ese 2% del PIB que hoy solo alcanzan Reino Unido, Grecia, Polonia y Estonia, y su implicación más comprometida en la lucha contra el terrorismo, integrando a la OTAN en la lista de miembros de la coalición internacional contra el ISIS que lidera EEUU. Por otro, la UE, que en un encuentro de algo menos de una hora con los presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión, Tusk y Juncker, al que se incorporaron Tajani, presidente del PE, y la alta representante de la UE para la Política Exterior, Mogherini, busca convencer al USA-coyote de continuar colaborando juntos. Pese a las diferencias en la posición de unos y otros sobre Rusia (excepto en el caso de Ucrania, que hay entendimiento) y que tampoco hay ningún feeling en lo tocante al acuerdo de París para la lucha contra el cambio climático del que Trump quiere deshacerse, la causa antiterrorista les acerca, pero también se han consensuado medidas para afrontar prácticas comerciales desleales de terceros países. A ver en qué se concretan estas citas, que a priori, quedan deslucidas por la sostenida entre el americano y el francés Macron, a quien le dedicó el almuerzo y otras carantoñas en exclusiva.

*Periodista y profesora de Universidad