Al bueno y archiconocido presidente de presidentes, Mr. Trump, le han cerrado uno de sus tantos chiringos. Su Trump Foundation, esa organización benéfica que se constituyó como «chequera para servir a los intereses comerciales y políticos del actual jefe de la Casa Blanca», así lo considera la fiscal general de Nueva York, ha caído, gracias a ella. Deberíamos agradecer a la maquinaria judicial por condenar y reconducir conductas como la del presidente y sus hijos, que emplearon la fundación para beneficio propio y violaron leyes federales y estatales que rigen a las instituciones benéficas, financiando campañas políticas o abusando de su estado de exención de impuestos. «Es una victoria importante para el imperio de la ley, que deja en claro que hay un conjunto de reglas para todos», como asegura la fiscal, pues además del cerrojazo de la entidad, la acción judicial pretende que se restituyan casi 3 millones de dólares y que se prohiba a Trump y a sus retoños formar parte de la junta directiva de otra organización sin ánimo de lucro en Nueva York. Sin embargo, la pena impuesta resulta irrisoria, teniendo en cuenta el tipo y magnitud de las ilegalidades cometidas, y sabiendo que el hacedor de tales fechorías, es el presidente de los EEUU, quién también está bajo sospecha por los posibles vínculos de su campaña presidencial con Rusia y otros países como Arabia Saudí, Israel o Emiratos Árabes, por pagos de sobornos y malversación de fondos públicos. ¿Dónde está la Justicia para aparcar a semejantes individuos del poder? Trump-persianazo definitivo, ya.

*Periodista y profesora de universidad