Una de las unidades vecinales más propicias para Donald Trump, los suburbs bienestantes de las periferias de muchas grandes ciudades, llevan camino de dejar de ser un caladero de votos fijos para los republicanos. Una lenta pero continuada transformación del tejido social ha diluido en estos lugares la antaño típica imagen de las comunidades wasp (blancas, anglosajonas y protestantes), según reflejan las encuestas. Los blancos han caído del 77% al 58% en estas periferias y cada vez es mayor el peso de latinos y minorías raciales. Además, se han convertido en áreas de atracción de migrantes de estados como California e Illinois, con alto nivel educativo y jóvenes profesionales que aportan ideologías más progresistas. De costa a costa, los sondeos predicen un avance del voto demócrata y un estancamiento o retroceso del republicano en los suburbs, favorecida la transferencia de sufragios por un cambio progresivo y progresista de su composición social.

El empeño puesto por los estrategas del presidente para que se prodigue en áreas residenciales que ya no son seguras para el Partido Republicano se debe a esa mutación, que se suma a la decepción de clases medias alarmadas por la división social y la confrontación alentada por Trump.

Esta modificación resulta especialmente preocupante para la Casa Blanca cuando tal cambio se detecta en los estados indecisos (swing states), que en el 2016 cayeron sistemáticamente del lado republicano y hoy acaso algunos pueden haber dejado de ser feudos del partido.