El veterano pero aún muy en forma Bob Woodward acaba de publicar su nuevo libro sobre Donald Trump, Rabia.

El material incluido procede de las más de nueve horas de grabaciones que Woodward ha logrado registrar al presidente a lo largo de los dos últimos años, en un total de diecinueve entrevistas realizadas a Trump en distintos formatos, incluidas conversaciones presenciales en el Despacho Oval, al que Woodward tiene acceso por ser uno de los más respetados periodistas norteamericanos y probablemente de los pocos que han entrevistado a todos los presidentes, desde Richard Nixon hasta el actual inquilino de la Casa Blanca. Sobre cuyo mandato, la deducción última del autor no es precisamente favorable. «Examinando el desempeño que ha hecho de su cargo como presidente, sólo puedo llegar a una conclusión: Trump no era el hombre indicado para este trabajo». Así, con esta frase, termina Rabia, título inspirado en un comentario del propio Trump: «Yo hago rabiar a la gente. Siempre lo he hecho. No sé si es una ventaja o un inconveniente, pero el caso es que lo hago».

Rabia nos abre un poco más los ojos sobre los delirios de grandeza y las locuras de un Trump mucho más rabioso, desatado, excéntrico, caprichoso, autoritario y febril puertas adentro de lo que ya sugiere su comportamiento público. Para demostrar su inestabilidad, Woodward nos refresca su proceso de fichajes estrella (Tillerson, Comey, Coats, Perro Loco Mattis y tantos otros colaboradores que acabaron siendo despedidos). Ninguno le ha influido. Fiel tan solo a su instinto, ha sido su voluntad, únicamente, la que ha marcado el rumbo, o la deriva de la legislatura. Probablemente nunca los Estados Unidos han permanecido doblegados por una sola mano como bajo el yugo de Trump. Woodward examina también sus relaciones exteriores, en la mayor parte absurdas, infantiles, pueriles, con Putin, Xi, Erdogan y el resto de líderes mundiales. Hablando de la crisis con Corea del Norte, Trump reveló que la reserva nuclear de Estados Unidos había dado un paso más allá hacia «un potencial inimaginable», con recursos bélicos «jamás soñados», lo que hizo que los pelos de Woodward (y los nuestros) se pusieran de punta.

¿Volverá a ganar? Si es así, pobre América…