Otra revuelta social ha empezado en Túnez, la enésima desde la revolución del 14 de enero del 2011. Coincide con su séptimo aniversario y es una nueva prueba para el gobierno y especialmente para el presidente Caid Essebsi.

Túnez no ha conseguido cambiar la tendencia en los principales indicadores económicos deteriorados ni cumplir con las expectativas de la gente que se levantó cuando Mohamed Bouazizi se autoinmoló por su dignidad.

La búsqueda del consenso y la negociación han permitido al país abrir los caminos para una transición hacia una democracia parlamentaria sin caer en el caos o la violencia. Pero las transiciones políticas son difíciles y requieren su tiempo. Este proceso necesita impulsar un plan de rescate económico para satisfacer las aspiraciones de los tunecinos, sobre todo los jóvenes desilusionados, reintegrarlos en la vida económica y política y mejorar la transparencia en la administración del Estado.

El éxito económico es vital para el progreso político y su futuro. La economía de Túnez ha experimentado una fuerte desaceleración entrando en varios periodos de recesión debido a factores como las caídas de las inversiones y de las exportaciones, especialmente a la Unión Europea, su principal socio comercial. También han caído la producción de sus sectores no manufactureros y los ingresos por turismo debido a los ataques terroristas, esto aumentó el paro y afectó a la recuperación. El turismo es la principal industria y aporta el 10% del PIB y 15% de empleos, de manera que el golpe a este sector daña la estabilidad política y económica.

El alto desempleo juvenil que provocó la revuelta y los casos de autoinmolación son una señal que muestra la profunda preocupación de la gente y los retos externos que llegan de sus fronteras con Libia y Argelia.

Ante la catastrófica situación económica, el gobierno ha adoptado medidas de austeridad, incluido un aumento de los impuestos, como el IVA de hasta 300% para algunos productos. Estas decisiones, con un alto coste de la vida para la población, se tomaron para satisfacer los intereses de la deuda del país. Una deuda contraída por las políticas del antiguo régimen de Ben Ali y que es una de las causas principales de la situación del país y su crisis, es rechazado por una mayoría de la población y ha motivado las manifestaciones.

El aumento de la desigualdad es un fuente continua de malestar. Siete años después de la revolución, las regiones costeras siguen beneficiándose de mejores infraestructuras y economías diversificadas, mientras que las comunidades del interior luchan contra altos índices de pobreza, los niveles más bajos de educación y, en algunos casos, la dificultad de acceso a las necesidades básicas como el agua, la sanidad, las carreteras y la energía.

Túnez tiene los ingredientes para redinamizar su economía. Una fuerza de trabajo bien formada. Por su situación entre el Mediterráneo y el Sáhara puede actuar como un enlace entre Europa y África. Apertura económica, turismo, energía y sol. Factores importantes para conseguir atraer la inversión. Pero tendrá que apostar por un sistema transparente y eliminar las redes de corrupción que nunca se fueron. También es preciso ofrecer garantías a la inversión extranjera, dados los escasos recursos financieros nacionales, y eliminar restricciones y trámites burocráticos.

El modelo económico actual ha llevado a una baja inversión, baja productividad y bajo valor añadido. Hay una necesidad urgente de una reforma fundamental en todos los sectores de la economía, sobre todo nuevas leyes bancarias y de inversión son vitales. La economía ha experimentado una fuerte caída desde el 2011, y solo ha conseguido crecer un 3%, muy por debajo del 6,5% necesario para proporcionar puestos de trabajo y mejores niveles de vida.

Rescatar Túnez, la cuna de la primera revuelta árabe es consolidar su apuesta por la modernización, la educación, los derechos de la mujer, y el papel de los agentes sociales, y demostrar que es posible cambiar por las urnas sin caer en la trampa de un golpe militar, una vuelta a la dictadura o el despotismo. Se ha dicho que Túnez es como un Startup, invertir en ella significa reforzar la democracia, la paz y la seguridad y el desarrollo. Junto con la voluntad y el arduo trabajo de los tunecinos se conseguirá transformar el país. Pero es una carrera de largo recorrido y la ayuda internacional, sobre todo de la UE, y el sector privado serán claves. Túnez todavía no está fuera de peligro.

*Experto en economía y relaciones

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