Hoy, primero de julio, da comienzo la campaña veraniega de un sector tan estratégico para Aragón como el del turismo. Y lo hace con unas perspectivas optimistas para los empresarios, que confían en superar las cifras del año 2018 e incluso en igualar las de los años previos a la crisis. Si así fuera, y ojalá lo sea, solo se reflejaría en las pernoctaciones y no en la facturación porque, aseguran, todavía mantienen congelados los precios. Este motor económico de la comunidad representa un 10% del PIB autonómico y que no funciona al ralentí lo demuestra el hecho de que tiene sus efectos sobre el empleo. El pasado verano anotó un récord con un promedio de 40.000 ocupados en la hostelería y las agencias de viaje, un crecimiento que esta temporada podría incluso llegar a provocar problemas de mano de obra en algunas zonas. Que una autonomía de interior como la aragonesa vea incrementado el número de visitantes y las estancias lleven tres años alargándose hasta septiembre u octubre significa que tanto las políticas de promoción del turismo como el trabajo de los profesionales que lo atienden están en el buen camino. Y, cuando aún se desconoce quién se hará cargo de esta parcela política, sería bueno que, si cambiara de manos, tuviera en cuenta que el plan está trazado y recogiendo resultados. Si se quiere incrementar el peso del sector en la economía regional, hay que remar en la buena dirección.