La Unión Europea llega al 60º aniversario del Tratado de Roma -su partida de nacimiento- tras un recorrido que podía parecer impensable entonces, cuando Europa todavía se recuperaba de los desastres de la guerra y el continente estaba dividido por un muro político e ideológico. Sin embargo, llega a esta cita con dos heridas muy profundas que la han sumido en una crisis existencial. El aniversario coincide con el abandono británico de la UE. Nunca antes se había producido la salida de un país, y el Reino Unido no es un país menor. La otra herida es el ascenso del populismo y del antieuropeísmo en varios países, violando así muchos de los principios sobre los que se basa el proyecto europeo.

A las divisiones entre norte y sur en el seno de la UE se han sumado ahora las que separan el este y el oeste. Se podrá discutir si era indicado el pronto ingreso de los países que habían vivido bajo la órbita de Moscú, pero este no es el problema de fondo del actual estado de la UE. Hubo un tiempo en que los postulados socialdemócratas que confluían en la creación del Estado del bienestar eran compartidos por políticos de todas las ideologías. Fueron las épocas más esperanzadoras del proyecto europeo, los momentos en los que más se avanzó hasta alcanzar un mercado único con la libre circulación de personas, mercancías, capitales y servicios. La irrupción del neoliberalismo destruyó cuanto se había creado en la Europa social. La crisis económica, fruto de la desregulación predicada por aquel ideario, sentó las bases de la renacionalización de Europa y dio alas a variados populismos. Si Jean Monnet, uno de los padres fundadores, decía hace décadas que «las naciones soberanas del pasado ya no pueden resolver los problemas del presente», sus palabras cobran hoy un significado trascendental en un mundo totalmente interconectado, con desafíos que ningún país puede resolver por su cuenta, llámense terrorismo, inmigración o interferencias rusas. La UE necesita profundizar en muchas cuestiones, en la unión fiscal o defensa, por ejemplo, pero la Unión solo será si responde a las necesidades de los ciudadanos, si se crea una verdadera Europa social. Pese a todas las dificultades del momento, la UE es un espacio de paz y libertad, con una de las economías más prósperas del mundo, en el que vivimos 500 millones de personas. Sería suicida tirarlo todo por la borda.