El 'brexit' no era más que el principio del fin. El covid-19, la puntilla, la guinda del pastel, de ese que nunca subió porque le faltó levadura: una configuración política-económica-social-cultural, lo suficientemente fuerte para afrontar y vencer cualquier tipo de adversidad, llámese coronavirus o garrapata X. Y es que como bien apelaban los 9 mandatarios firmantes de la carta que Mr. Michel, presidente de la Comisión Europea, recibía la pasada semana (en la que Sánchez dejó bien dibujada su impronta, un punto positivo para nuestro presidente), ha llegado la hora de mostrar la verdadera esencia europeísta, aquella que inspiró a sus precursores: la solidaridad.

Qué diría el mismísimo Schumman si levantara la cabeza y viera que su criatura está cada vez más cerca de sucumbir a los embistes de un virus de laboratorio, creado a saber bien por quién (asiáticos, yanquis, alemanes…, en definitiva, ANIMALES, independientemente de su nacionalidad), para sacar lo peor del ADN de cada uno de los países miembros de esta alianza, que dejan clara su incapacidad para percibir el auténtico valor de la existencia humana y de proyectos como el europeo; fomentar la paz, la unión y la prosperidad, no solo en Europa, sino en el mundo.

No son momentos para andar escatimando ayudas del tipo que sea (eurobonos, fondos para financiar ERTE o medidas de rescate para potenciar y activar las economías). Hoy, más que nunca, ante este «shock sin precedentes en la historia de la Humanidad», necesitamos «ser responsables colectivamente de una respuesta europea efectiva y unida», si no queremos acabar como la vieja y próspera Pompeya, sepultados bajo los estragos de nuestro Vesubio particular, el covid-19.

*Periodista y Profesora de universidad